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Jerez de la Frontera, Cádiz, Spain

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En esta página encontrarás evocadoras fotografías antiguas procedentes de mi archivo particular, así como otras actuales de las que soy autor. También vídeos, artículos, curiosidades y otros trabajos relacionados con la historia de Jerez de la Frontera (Spain), e información sobre los libros que hasta ahora tengo editados.

In this page you will find evocative ancient photographies proceeding, as well as different current of my file particular of that I am an author. Also videoes and articles related to the history of Jerez (Spain) and information about the books that till now I have published

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Juan Manuel Sánchez y Gutiérrez de Castro, Duque de Almodóvar



Nació en Jerez de la Frontera el 15 de diciembre de 1850, en el nº 20 de la calle Lealas, en la fachada de dicha casa se encuentra una lapida que lo recuerda. Hijo de Antonio Sánchez Romate, fundador de las bodegas del mismo nombre, cursó en Sevilla los estudios de Derecho con un brillantísimo expediente, especializándose en Asuntos Sociales y Hacienda Pública, dominando perfectamente los idiomas inglés y francés. Muy joven se casó en Córdoba con la Duquesa de Almodóvar, por cuyo matrimonio adquiere este título nobiliario por el que sería conocido.

En 1879 fue elegido Diputado a Cortes por el partido Liberal, defendiendo los intereses de Jerez en varias legislaturas, y asesorando a los ministros del ramo sobre las medidas que deberían adoptarse para defender el comercio de nuestros vinos frente a la competencia extranjera. Ocupó los cargos de vicepresidente del Congreso y de la Comisión de Presupuestos. En 1898, tras la guerra con los Estados Unidos que culminó con el desastre de nuestra flota en Cuba, fue nombrado ministro de Estado por el primer ministro Sagasta. Como responsable de dicho ministerio tuvo que asumir la difícil tarea de mantener el orgullo y el prestigio de España tras la derrota e intentar limitar sus consecuencias.

Tras fracasar la mediación inglesa, el 21 de noviembre del antes citado año, los representantes americanos presentaron una oferta a modo de ultimátum, amenazando con continuar las hostilidades en caso de la no-aceptación. Dicha oferta suponía la pérdida de Cuba, la anexión de Puerto Rico, la compra de Filipinas por 20 millones de dólares, la anexión de las Islas de Guam, Las Marianas y Las Carolinas. Sin ningún apoyo europeo, la presión del Kaiser alemán y ante la gravedad de la situación, el DUQUE DE ALMODÓVAR no tuvo más remedio que aceptar las draconianas imposiciones norteamericanas, soportando la amargura de firmar en nombre de nuestro país el Tratado de París.

En 1905 volvió a repetir nuevamente como ministro de Estado, esta vez con Segismundo Moret, presidiendo en abril de1906 la Conferencia de Algeciras, tarea muy delicada en la que se trataba de poner coto a las ambiciones internacionales sobre Marruecos, en unos momentos muy delicados para España, ya que nuestro país había declarado años antes como causa de guerra cualquier intento internacional contra la unidad o independencia de este país. En la citada Conferencia, celebrada en el Hotel Cristina de Algeciras, defendió nuestros intereses, demostrando su talla de gran estadista y logrando un acuerdo entre las naciones europeas implicadas y los representantes marroquíes. En dicho tratado se reconocía la soberanía del sultán de Marruecos y la integridad de sus dominios, confirmándose la internacionalización económica de Marruecos y la posición privilegiada de España y Francia. Los representantes de los 12 países asistentes a la Conferencia expresaron su reconocimiento al ministro español en quien vieron un eficaz servidor a la paz en Europa. Por este motivo el Presidente del Consejo de Ministros, Segismundo Moret, propuso al Rey le fuera concedido el título de DUQUE DE ALGECIRAS, nombramiento que Juan Manuel Sánchez rechazó cortésmente con estas palabras: “El estricto cumplimiento del deber no necesita recompensas”.

Pocos meses después de la finalización de la Conferencia de Algeciras, fallecía en Madrid el DUQUE DE ALMODÓVAR. Un Real Decreto firmado ese mismo día le concedía el nombramiento de Capitán General con mando en plaza. Se disponía, además, que se le rindieran los honores correspondientes y se celebraran solemnes honras fúnebres por sus relevantes servicios a la Patria, a la Corona y a las Instituciones del Estado. Se disponía también, distinguir a su madre con el título de Duquesa de Algeciras que su hijo no quiso aceptar en vida. El Jefe del Gobierno dijo a la sazón: “Con su muerte pierde la Corona uno de sus más leales servidores; la nación un ciudadano modelo, que la sirvió con patriotismo y que representó a España con una dignidad y acierto internacionalmente reconocidos”.

Un gran sentimiento de pesar inundó Jerez por la pérdida de tan ilustre hijo. El Ayuntamiento en sesión plenaria acordó rotular con su nombre la calle Larga, rótulo que permaneció en esta vía principal hasta los tiempos de la República en el que fue sustituido por el de Manuel Azaña y luego por el de José Antonio Primo de Rivera.

Hace muchas décadas que el nombre de este ilustre jerezano, su historia y sus servicios a la nación, permanecen en el más absoluto de los olvidos. Nunca se erigió un monumento a su memoria, ni a ninguna otra calle de la ciudad se le volvió a dar el nombre de DUQUE DE ALMODÓVAR.

Antonio Mariscal Trujillo
Centro de Estudios Históricos Jerezanos

Jerez 1759. Actos celebrados con motivo de la coronación del rey Carlos III



El 27 de agosto de 1759, según los datos que nos aporta el que fuera archivero municipal Adolfo Rodríguez del Rivero, el Ayuntamiento de Jerez recibió una comunicación de la reina madre, Isabel de Farnesio, firmada en el palacio del Buen Retiro, en la que ordenaba se alzase el pendón y estandarte real en esta ciudad por su hijo el Rey Carlos III a causa del fallecimiento de su esposo Fernando VI. Convocados por este motivo los caballeros veinticuatro y los notables de la ciudad, se procedió a organizar una serie de festejos protocolarios que por su esplendor y pomposidad merecen ser conocidos.

Los actos dieron comienzo el 16 de septiembre de ese mismo año de 1759. Aquella mañana una muchedumbre abarrotaba completamente la plaza de Escribanos y sus calles adyacentes así como balcones azoteas. En apretadas filas y dando frente al edificio del Cabildo, una compañía del Regimiento de Caballería del Príncipe con timbales y clarines luciendo sus vistosos uniformes. Delante de la iglesia de San Dionisio otra formación de Infantería con uniforme de gala aguardaba el comienzo de los actos.

A primera hora de la mañana se abrieron las puertas del Cabildo Viejo, saliendo por ella el Ayuntamiento en pleno bajo mazas, así como el Corregidor, los escribanos y miembros de otras entidades de la localidad. A continuación por la misma puerta y portado por dos ujieres, fue sacado un gran retrato del monarca sobre ricos almohadones, mientras sonaban los clarines, timbales y trompas de las fuerzas militares allí formadas. Acto seguido, el Alcalde subiendo a una lujosa tribuna que se había instalado delante del edificio, mandó guardar silencio para dar la palabra al escribano del Cabildo, quien dio lectura a la Real Cédula de sucesión que decía así:

La Reina Gobernadora, consejo, justicia, regidores, caballeros jurados y hombres buenos a la ciudad de Jerez de la Frontera. Habiendo sucedido en estos reinos, el rey y señor D. Carlos III mi muy amado hijo, por el fallecimiento del Rey mi señor D. Fernando VI que esté en gloria y siendo consiguiente el que sea proclamado y levanten pendones en su real nombre en las ciudades y villas de estos reinos que es costumbre, os mando que luego que recibáis ésta, con la mayor brevedad executéis este solemne acto aunque no hayáis hecho las exequias acostumbradas por el Rey D. Fernando, teniendo de aquí en adelante por tal Rey al señor don Carlos III y usando de su Real Nombre en todos los despachos en que se necesite nombrarlo.
Buen Retiro, a 27 de agosto de 1759. Yo la Reina

Terminada la lectura todo el séquito montado en caballos ricamente enjaezados emprendió la marcha en dirección a la iglesia Colegial. En primer lugar iba el Alguacil Mayor, le seguían los clarineros de uniforme rojo y vueltas azules con galones de plata y relucientes trompetas. Detrás, la banda de música del Regimiento de Dragones de la Reina luciendo uniforme de gala y los maceros con ropa de damasco carmesí y escudos de plata. Seguía el Ayuntamiento en pleno: mayordomo, capellán, caballeros jurados y caballeros veinticuatros; todos vestidos de negro, plumas blancas en los sombreros y ricas joyas sobre el pecho. Cerraba la marcha un escuadrón del Regimiento de caballería del Príncipe.

Al llegar la comitiva a la Iglesia Colegial, a cuya puerta principal esperaba el Cabildo Colegial, bajaron de sus monturas y, una vez dentro, el Corregidor solicitó al abad el pendón de la ciudad, depositado allí para su guarda y custodia desde los tiempos de la Reconquista. Acto seguido se dio nuevamente lectura a la Real Cédula anteriormente reseñada. Tras lo cual el Canónigo Magistral cogió el pendón que se encontraba en una caja al lado izquierdo del altar mayor y lo entregó al Alférez Mayor de la ciudad, no sin antes y, como era tradición, hacerle jurar que una vez concluidos los actos dicha enseña sería devuelta a la Colegial.

De nuevo la vistosa comitiva puesta en marcha subió por la Cuesta de la Cárcel, plaza de Escribanos, Caridad, Puerta Real y plaza del Arenal hasta el Alcázar. Y aquí comienza un protocolo curiosísimo que emana de una ancestral tradición, cuyo origen se remonta a los primeros tiempos de la Reconquista cuando esta fortaleza real tenía un alto valor estratégico y militar.

Al llegar dicha comitiva a los muros del Alcázar, se adelantó el Corregidor llamando a su puerta principal. Por una de las ventanas contiguas a dicha puerta se asomaron dos pajes vestidos con cascos, petos y espaldares preguntando qué querían. El Corregidor les dijo que quería ver al Alcaide del Castillo, a la sazón Lorenzo Antonio Fernández de Villavicencio. Asomado éste a la citada ventana, el dicho Corregidor le manifestó el objeto de su visita. El marqués le contestó que como fuero y privilegio que tenía, no era menos cierto su deber de hijodalgo en defender la fortaleza hasta la muerte por su rey conocido. Entonces el escribano del Cabildo dio lectura a la Real Cédula de S.M. la Reina, tras lo cual el Alcaide, rindiendo pleito a la disposición Real, arrojó por la ventana dos llaves doradas con las cuales se abrió la puerta, entrando pie a tierra toda la comitiva en el Alcázar, donde fue recibida en el rastrillo por el marqués de Villavicencio acompañado de sus dos pajes y doce alabarderos. A continuación el Alférez Mayor asomándose a un balcón tremoló el pendón diciendo en alta voz: ¡Oíd, oíd, señores, oíd! ¡Castilla, España, Castilla, España, Castilla, España, por el rey nuestro señor don Carlos III de este nombre que Dios guarde! A lo que respondió la muchedumbre agolpada fuera: Lo recibimos, lo queremos y aclamamos. ¡Viva su majestad! Gritos a los que se unieron las cornetas y timbales de los regimientos que les acompañaban. Entonces, el alférez mayor arrojó por el balcón cientos de monedas de plata acuñadas al efecto con el busto del Rey en el anverso y las armas jerezanas al reverso. Repitiéndose la misma ceremonia desde el balcón de la torre del Homenaje. La comitiva pasó después a la capilla de Santa María, donde el Corregidor y el Alcaide del Alcázar, juntas las manos, se intercambiaron por tres veces doce de dichas monedas, ofreciendo defender, guardar y custodiar para el Rey Carlos III aquella fortaleza.

Terminado el acto la comitiva se puso de nuevo en marcha con el mismo orden de formación con el que habían llegado para recorrer el itinerario de vuelta, esta vez por la plaza del Arenal, las calles Larga, Porvera, Chancillería y plaza de San Juan, donde se volvió a leer la Cédula Real, para continuar por calle Francos hasta la plaza de Escribanos. Con la devolución del pendón a la Colegial concluyó este curioso acto de proclamación Real, recreando así una tradición de más de cuatro siglos.

Siguieron numerosos festejos populares tales como engalanado de calles, corridas de toros, juegos de alcancías, lances a la jineta, fuegos artificiales, conciertos, bailes de sociedad etc., para regocijo de nobles y plebeyos.
Antonio Mariscal Trujillo (C.E.H.J.)

Ricón poético




ESTAMPA JEREZANA


A dúo con las cigarras
en una noche de luna,
bailaban las aceitunas
al eco de una guitarra.

Que a grupas de su lamento
y el estribillo en estribo,
galopa entre los olivos
y entre las crines del viento.

Jara y chumbera se cruzan
en un tablao de verbena,
donde una bella morena
da un ¡olé! de andaluza.

Que medio mora y cristiana
en la palma ve el destino,
es alma pura cual vino
de sus viñas jerezanas.

Aplauden las castañuelas
cual duende, en manos bellas,
y hasta sonríe una estrella
que en la paz del Cielo riela.

Le pone al cante su brete,
con brío, la pandereta,
que alegre y muy pizpireta
guiña un ojo al Guadalete.

Y hasta un caballo alazano
da un relincho en la campiña,
que ya dormida cual niña
le da a la noche la mano.

A dúo con las cigarras
en una noche de luna,
bailaban las aceitunas
al eco de una guitarra.

Desde Cantabria, Tinuco




















CABALLO DE BRONCE

Para Antonio Mariscal, amigo

Alto caballero.
¿Donde vas?

Palmeras al viento,
Plaza del Arenal.
Inmóvil andadura,
camino de cristal.
Bajo el amanecer,
nuevo despertar
a contraluz del alba
cabalga el General.
Bronce y mediodía,
cálido palmeral.
Blancas azoteas,
anillos cerrarán.
Tarde jerezana
soñadora de mar.
Caballo de brisa
alguien galopará.
Jinete de sombra,
nocturno trotar
desde viña dormida
a verde olivar.

Alto caballero.
¿Donde vas?

Juan Antonio Sánchez Quirós. Jerez 1982


A un reportaje sobre Jerez


¡ Ay Antonio Mariscal!
( que aquí serías Toñuco),
ya he visto tu puebluco
y, me pareció capital.!

Y al oir la melodía
que se oye todo el rato,
la baba se me caía...
me bailaban los zapatos.

Y yo de Cantabria hablé
creyendo que era lo más,
ahora que he visto Jeréz,
me he dicho : apañado vas.

Pues si aquí hay vacas lecheras
que dan hasta mantequilla,
vuestros caballos se esmeran
al danzar de maravilla.

Y si aquí bellos caminos
con bosques y riachuelos,
ahí tenéis un buen vino
que se va hasta el "santo al cielo"

Si aquí un Tinuco pillo
que es uno más del montón,
Ahí... Mariscal Trujillo...
que es todo un campeón.

Tinuco, el poeta de Somahoz


A Jerez en Semana Santa

Tierra donde lo divino
es un altar en primavera
tierra donde lo divino
es un sueño en duermevela
que florece en un suspiro
Traigo ante tus plantas Jerez
la amargura de un reniego
y el alma que palidece
al motín de los recuerdos
Mas, en esta noche Jerez
tiene un rescoldo el pabilo
¡Ponme un Lunes Santo de ayer
de los que ya se me han ido!
Y si pudiera ser también…
de tus vientos dame un silbo
que traiga el eco de mi padre
al rescate de este olvido
Jerez…
¡Seas Nisán en mi mirada
y si muriera de esta pena
qué sea en Semana Santa
en Jerez de la Frontera!
(Del Pregón de Semana Santa de Jerez 2014)

¿Donde está el viejo Pendón de Jerez?




Desde los tiempos de la Reconquista, al igual que otras históricas ciudades españolas, Jerez tiene una insignia o estandarte conocido como el Pendón. Testigo de gestas, símbolo honrado por sus ciudadanos y conservado celosamente a lo largo de la historia como un preciado tesoro. Nuestro Pendón que goza de los honores de capitán general con mando en plaza, cuenta la historia que fue ganado a los benimerines en la batalla del Salado en 1341, Su custodia la mantuvo por tradición el Cabildo Colegial, si bien existe constancia que durante varias décadas del siglo XV también se guardó en Santiago. La custodia del Pendón era cedida al Ayuntamiento solamente con dos motivos: uno anual y otro extraordinario. El primero en la festividad de San Dionisio, día en la que, con motivo del aniversario de la reconquista de Jerez por el Rey Alfonso X el Sabio, es sacado en procesión cívica presidida por el Ayuntamiento en pleno bajo mazas. El segundo por la proclamación de reyes de España o de Castilla (la última vez fue por la subida al trono de Carlos IV). En ambos casos la enseña era entregada por el Cabildo Colegial al edil más joven de la Corporación bajo la promesa solemne de que sería devuelta una vez concluidos los actos a celebrar. En cada uno de estos casos la tradición ordenaba le fueran rendidos al pendón los honores de ordenanza por parte de una compañía de milicias con escuadra y banda de música.

Ahora repasemos brevemente su historia. El 9 de octubre de 1264 cuando Alfonso X el Sabio reconquistó la ciudad, éste otorgó a los jerezanos un pendón con las olas del mar, castillos y leones, significando respectivamente la constancia, la fortaleza y la bravura de los jerezanos. Dicho pendón se utilizó hasta el año de 1341, cuando una coalición de tropas castellanas y portuguesas, comandadas por Alfonso XI, se enfrentó en la denominada Batalla del Salado a los Meriníes llegados del norte de África en alianza con el rey de Granada. Los guerreros de Jerez mandados por Alonso Fernández de Villavicencio se unieron en combate a los de Lorca capitaneados por Juan Beltrán de Guevara. En el transcurso de aquella batalla, cuya victoria traería por fin la tranquilidad y la paz a la frontera en la que se encontraba Jerez, ambos capitanes dijeron que aquel día habrían de hacer algo señalado. En esto vieron un pendón muy hermoso con los colores del arco iris que portaban las huestes de Alboacen. ¿Veis señor aquel pendón que por la viveza de sus colores parece un rabo de gallo? - dijo Villavicencio al de Lorca -. Rompamos por medio de toda esa gente, derribémoslo y tomémoslo. Y así ocurrió, no pararon hasta conseguir su objetivo. Pero como ambos se disputaban el trofeo para llevarlo a sus respectivas ciudades, sometieron al rey sus diferencias para que éste dictaminara en justicia. Alfonso XI en una solución salomónica concedió el asta a los de Lorca y el pendón a los de Jerez.

Por los datos que aportamos a continuación, se puede deducir que el pendón utilizado hasta 1990 en el día de San Dionisio y que fuera sustituido al año siguiente por el actual, tiene todas las probabilidades de ser el auténtico “rabo de gallo” de la Batalla del Salado, por tanto, pieza arqueológica e histórica de primer orden. Veamos:

En el año 1405 la ciudad pide al rey Enrique III un nuevo pendón por encontrarse muy deteriorado y roto el que hasta ahora poseía, petición denegada por el monarca diciendo que, el buen pendón tenía que servir siempre. Por este motivo el “rabo de gallo”, que así era denominado por poseer varias medias lunas con los colores del arco iris, fue restaurado cubriéndose con brocado de seda, siéndole bordadas las armas reales y las jerezanas.

En 1489 por estar el Pendón gastado y rasgado se acuerda hacer uno nuevo en el que aparezca el escudo de la ciudad. Para ello se comisiona al caballero Ramón de Estopiñán para ir a Venecia y de allí traer un nuevo pendón confeccionado por artistas de aquella ciudad. Así se hizo, pagando por ello un importe de 3.890 maravedíes. El 13 abril de 1490 partió el Pendón portado por su alférez mayor Pedro Suárez de Toledo con las tropas jerezanas capitaneadas por el corregidor Juan de Robles para ayudar con hombres y suministros a los Reyes Católicos en la conquista de Granada. El 8 de junio de ese mismo año regresan las tropas jerezanas con su pendón muy contentos por haber sufrido muy pocas pérdidas. Volvieron nuevamente a la vega de Granada el 13 de abril de 1491.

Desde la Colegial, el 20 de febrero del año 1500, vuelve a salir el Pendón en procesión hacia tierras granadinas, no sin antes detenerse en Santiago, donde sería bendecido junto a los 400 caballeros que con el mismo marchaban para detener una rebelión que había surgido en las Alpujarras. Llegados a estas tierras y, en uno de los enfrentamientos con los rebeldes, un golpe de espada corta de un tajo la mano del alférez García Suárez de Rayón que lo portaba, perdiéndose así el pendón confeccionado en Venecia.

Por esta causa se vuelve a utilizar nuevamente el viejo “rabo de gallo”. No obstante, en 1534 se vuelve a encargar otro pendón así como adornos para las trompetas, esta vez en Génova, el cual también se perdió cuando las tropas jerezanas fueron a defender Cádiz del saqueo de los piratas ingleses en 1596 por lo que se decidió restaurar nuevamente el “rabo de gallo”. Con ello llegamos a nuestros días, cuando en 1991 por encargo del Ayuntamiento es confeccionado un nuevo pendón bordado en seda y 16 kilos de peso que sustituyó al anterior.

Estos son algunos datos que conocemos sobre el viejo pendón jerezano. Basándonos en ellos y, al no existir, al menos que sepamos, constancia cierta de haberse confeccionado otro pendón hasta el año 1991, podemos aventurar, mientras no se demuestre lo contrario, que el pendón utilizado hasta 1990 es el auténtico “rabo de gallo” ganado a los benimerines en 1341. La única duda que tenemos es que las actas capitulares jerezanas hacen alusión en 1489 a dos pendones: el mayor y el menor. ¿Cuál de los dos es el que conocimos hasta 1990? A ciencia cierta no lo sabemos.

En cualquier caso la pregunta surge: ¿Dónde está el viejo pendón?. Hemos preguntado al deán de la Catedral, P. José Luis Repetto Betes, y nos dice que en 1991 dicho pendón lo entregó en persona sobre una bandeja de plata para su custodia en el Ayuntamiento al anterior alcalde Pedro Pacheco Herrera. Hemos recabado información a diversa personas en el Ayuntamiento y ninguno ha sabido darnos respuesta. Hemos preguntado a la directora del Museo Arquelógico y ésta nos asegura que en dicho museo no está. De modo que, alguien puede decirnos ¿DÓNDE ESTÁ EL VIEJO PENDÓN DE JEREZ?
Antonio Mariscal Trujillo
C.E.H.J.
Publicado en Diario de Jerez el 4 de diciembre de 2009

Medio siglo de historia del Hospital de la S.S. de Jerez



  Fue el día 28 de mayo de 1968 cuando a las doce de la noche llegó a la puerta de urgencias de la recién construida “Residencia Sanitaria General Primo de Rivera”, una mujer de 33 años de edad que presentaba una amenaza de aborto. Fue atendida por el médico residente Joaquín del Molino Fernández que efectuaba su primer servicio de guardia en aquel centro hospitalario. Tres horas más tarde, otra señora procedente de Setenil llegaba con un parto a término, a continuación otra mujer con un sangrado. Así comenzó la historia de aquel nuevo hospital de la carretera de circunvalación que venía a dar respuesta a las necesidades médicas y quirúrgicas de Jerez y su comarca, hasta entonces dependientes del decimonónico Hospital Municipal de Santa Isabel.

  Durante los dos primeros meses de vida de este hospital, a la sazón dirigido por el Dr. Ucha Tolmos, solamente tenía en funcionamiento los servicios de Pediatría, Toco-ginecología y Análisis clínicos, después, paulatinamente se irían poniendo en marcha los de Medicina Interna, Traumatología, Cirugía, Anestesia, Radiología, Otorrinolaringología, Oftalmología y Urología, llegando en siete meses a registrar un total de 3.371 ingresos y una ocupación del 89 %Contaba aquel centro con una plantilla sanitaria de 36 médicos, 36 enfermeras y 19 auxiliares. A ello que había que añadir el personal de oficio, carpinteros, mecánicos y calefactores, así como administrativos, telefonistas, cocineros, celadores etc., que hacían un total de 170 personas en su plantilla. Su presupuesto económico ascendió durante el primer año a 25.249.000 pesetas, lo que suponía un coste por cama y día de 1.153 pesetas, ¡siete euros de los de ahora!

    Años antes, y tras laboriosas gestiones del joven Alcalde de Jerez, Miguel Primo de Rivera y Urquijo, el Instituto Nacional de Previsión adquirió una parcela de 21.000 metros cuadrados en el ángulo formado por la carretera de Circunvalación y la de Trebujena, procediéndose a poner la primera piedra en abril de 1966, concluyéndose las obras a finales del año siguiente con un coste de 147 millones de pesetas. El 1 de julio de ese mismo año de 1968 el entonces ministro de Trabajo Sr. Romeo Gorría en una visita realizada a Jerez inauguraba solemnemente aquellas instalaciones hospitalarias para luego dirigirse al polígono industrial del El Portal y hacer lo propio en la nueva Azucarera allí construida. Más tarde y en el Ayuntamiento el ministro recibiría de manos del Alcalde la “Medalla de Oro de la Ciudad”.

   La denominación de “Residencia Sanitaria” vino a suplir la de “Hospital” para tratar de borrar la imagen de aquellos viejos hospitales públicos, relacionados siempre con pobreza, sufrimiento y muerte. Hasta bien entrados los años setenta del pasado siglo XX, la mayoría de la gente sanaba o moría en su casa. Ingresar en un hospital público era lo último, siempre destinado a personas sin recursos o desahuciados. Tal era así, y aunque parezca mentira, muchos de los enfermos y sus familias no consentían ser trasladados en ambulancias para evitar la vergüenza de que vecinos o conocidos les vieran, por lo que estos vehículos quedaban restringidos para casos de extrema gravedad. En muchísimas ocasiones, cuando el estado de los pacientes era ya irreversible, las familias pedían el alta voluntaria para que así pudiesen morir en sus domicilios.
Grandes servicios aportó aquella Residencia a la ciudadanía, como el que prestó con motivo del trágico choque de trenes en las inmediaciones de El Cuervo en Julio de1972, en el que hubo que lamentar un centenar de muertos y otros tantos heridos graves. La disposición de emergencia que montó el hospital ante tan magna catástrofe fue auténticamente ejemplar. También deberemos reseñar, entre otros hitos, que fue aquí y en su servicio de traumatología dirigido por el recordado Dr. Antonio Uyá, donde se hizo la primera operación de implante de prótesis de cadera de las realizadas con éxito en España.

   En esta primera década del siglo XXI, el Hospital de Jerez, heredero de aquella primitiva “Residencia Sanitaria”, cuenta con más de dos mil trabajadores que prestan servicio a sus 600 camas de hospitalización, así como a centenares de consultas ambulatorias y de urgencias cada día. Aunque no poseemos los últimos datos, su presupuesto debe superar en mucho los cien millones de euros anuales, y el coste por cama alrededor de los 500 euros diarios.

Antonio Mariscal Trujillo
Centro de Estudios Históricos Jerezanos
Fotografía: Hospital de Jerez en 1968

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La tertulia española



Una tertulia es algo tan genuínamente español como la capa, la mantilla, la siesta o el botijo. Fue y sigue siendo eficaz vehículo de cultura por medio del cual la gente ha intercambiado ciencia por filosofía y vivencias por sabiduría.

Al Cádiz de las Cortes le cabe el honor de haber sido singular escenario en el que las tertulias literarias toman carta de naturaleza. Dicha ciudad, cercada por la tropas napoleónicas, encierra tras de sus poderosas murallas todo lo bueno, culto y noble que la invasión barrió hacia ella. A través de los capítulos de esta obra, el lector podrá descubrir que, una tertulia tal y como mandan los cánones españoles, es algo más que una simple reunión de varias personas que charlan. Es una ancestral forma de cultura popular.

Editorial EJE 1998
Edición agotada

La Sanidad jerezana


La Sanidad Jerezana (1800 – 1975) es una obra de marcado carácter divulgativo, capaz de interesar tanto a los profesionales sanitarios como a los historiadores y al público en general, sobre una faceta de la historia local hasta ahora muy poco conocida.
Consta de 18 capítulos que abarcan desde una breve reseña histórico-médica del Jerez de 1800 hasta el cierre del Hospital de Santa Isabel poco después de la apertura de la nueva Residencia Sanitaria del Seguro Obligatorio de Enfermedad en 1975, concluyendo así toda una historia de la sanidad local. A través de sus páginas, tendremos noticia sobre el estado de salud y enfermedad en la ciudad a lo largo del siglo XIX y buena parte del siglo XX. Recorreremos los balnearios, farmacias, laboratorios y otros establecimientos sanitarios, sin olvidar los orígenes del comercio farmacéutico en la localidad; conoceremos a los médicos más insignes de Jerez, sus publicaciones, su participación en los distintos congresos profesionales y en diversas instituciones

Editorial Eje, 2001
Edición agotada

Alrededor de Jerez



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A través de esta obra, el lector interesado, podrá conocer de forma amena y concisa, una parcela de sumo interés para la historia de Jerez, hasta ahora en buena parte inédita. En un recorrido insólito por las tierras que rodean la ciudad de Jerez de la Frontera, el autor nos lleva ahora por unos lugares de marcado interés histórico, antaño ocupados por huertos, olivares, viñedos, alamedas y cristalinos arroyos. Muchos de ellos, actualmente devorados por el imparable crecimiento urbano con sus modernas avenidas y floridas rotondas, amén de nuevos barrios y zonas residenciales o industriales y parques públicos nacidos en la segunda mitad del siglo XX. Parajes que fueron escenario de gestas, batallas y leyendas, que conocieron viejos castillos, evocadores balnearios o veneradas ermitas y monasterios. Lugares plagados de historia, al igual que los del viejo recinto de intramuros. Territorios donde se asentaron núcleos humanos desde la más remota Antigüedad, cuyos vestigios son los mudos testigos de nuestra vieja historia.

Editorial EJE 2004
Edición agotada

Cartas a una jerezana

Epistolario nostálgico y evocador de un Jerez en tiempos pasados, en contraposición con la ciudad de los años 80.

Narrado con una bella prosa poética, su autor va contando sus vivencias a una anciana jerezana que emigró a Cataluña durante los años 40 y de cómo evolucionaron las costumbres, la sociedad y las formas de vida es dicho período.

Gráficas del Exportador 1989
Edición agotada

Jerezanos para la historia, siglos XIX y XX


Personajes que engrandecieron Jerez con afamadas industrias bodegueras de proyección universal, o que sirvieron a su país en la política, la milicia, las ciencias, las artes, las letras, la cultura o la religión con prestigio y entrega; la mayoría olvidados por la infinita patina del tiempo.

El lector podrá conocer de forma sucinta y amena, la biografías de 158 jerezanos ilustres que, a lo largo de los siglos XIX y XX, formaron parte de la historia; en unos casos de la historia local y en otros de la de España.

Libros El Laberinto 2006
Edición agotada

Historias de la historia de Jerez


¿Cómo era la judería jerezana hasta la expulsión de los sefardíes? ¿Cómo era la Feria de Jerez en el siglo XVI? ¿Cómo se celebraban los antiguos Carnavales? ¿Cuál, el suntuoso ceremonial por la proclamación de los reyes de España? ¿Cómo se viajaba de Jerez a Barcelona antes de que existiera el ferrocarril? ¿Cuándo y porqué el Ayuntamiento de Jerez en pleno fue encarcelado? ¿Cómo se castigaba a los delincuentes?

Con rico aporte bibliográfico, esta obra nos presenta una cuidada selección de historias, en su mayoría inéditas, extraídas de decenas de tratados históricos, de manuscritos inéditos y de viejos archivos. Unas, notables e incluso míticas, otras acaso intrascendentes; pero que nos revelan curiosidades, costumbres, actitudes, leyes, anécdotas, miserias y grandezas que nos permiten conocer nuestro pasado desde una perspectiva diferente.

Un apasionante recorrido por una historia distinta, narrada con el regusto literario del subgénero épico. Más de un curioso creerá encontrarse ante una ágil novela, sin embargo, estas historias no son ficción, así ocurrieron.

Fundación Teresa Rivero. 2009, edición agotada

Por las calles del viejo Jerez



Antonio Mariscal conduce a los lectores por las calles del Jerez histórico, en un extraordinario paseo a través del dédalo de calles de trazado almohade, que respira por los pulmones de hermosas y pintorescas plazas con aromas de azahares, descubriéndoles la historia que se esconde detrás de palacios, iglesias, monasterios y atalayas. Describe los entresijos más insólitos de barrios plazuelas y callejas, salpicando de anécdotas el relato y permitiendo conocer el significado de nombres de calles, de personajes que en ellas nacieron o vivieron y de los innumerables acontecimientos que marcaron su historia.

    Con una prosa amena, su autor abre una puerta para conocer el viejo Jerez, un Jerez de siempre que permite comprender mejor el Jerez de ahora, demostrándonos que sus viejas calzadas y acerados no son simples sendas de piedras engarzadas por el concepto urbanístico de nuestros antepasados, sino que tienen alma y tienen historia. Un libro en el que fácilmente sus lectores se encontrarán presentes, reconociéndose en rincones y esquinas que evocarán los juegos de su infancia, los sueños de su adolescencia y los amores de su madurez, y tendrán la oportunidad de recuperar la memoria de sus propias raíces.

1ª edición: Editorial Azagaya, 1995. Agotada
2ª edición: Editorial EJE, 2003. Agotada
3ª edición: Bookingfax S.L., 2009. Agotada


El archivo teatral de Onofre González Quijano



       Con motivo de la publicación de mi libro "Jerezanos para la historia" tuve la oportunidad de contactar en Madrid, donde reside, con Genaro González-Quijano, hijo del gran ingeniero jerezano Pedro Miguel (1870-1958). Me habló D. Genaro de un completo archivo manuscrito que conservaba en su poder desde hacía más de medio siglo. El mismo trataba sobre las actividades teatrales en Jerez durante el período comprendido entre 1851 y 1913, que a modo de diario había sido elaborado con gran minuciosidad por su tío Onofre González-Quijano (1877-1945) a lo largo de toda su vida. Me decía que a sus 84 años de edad y sin herederos, deseaba que dichos manuscritos volviesen a Jerez, y pensaba que no podían estar en mejores manos que en las mías, por lo que me los remitía para que yo los conservase. 


     Y así fue, poco tiempo después recibí un paquete que contenía diez cuadernillos cosidos con cuerda fina y de papel amarillento por el paso de los años. Cada uno constaba de entre cincuenta y cien hojas escritas por ambas caras con una letra menuda y perfecta en los que su tío, con extraordinaria escrupulosidad y detalles, daba cumplida cuenta de lo acontecido en nuestra ciudad durante más de seis décadas en el campo musical y teatral así como de el espectáculo en general, incluidos los antaño famosos bailes de máscaras. Lugares, fechas, repartos, críticas etc., de las obras puestas en escena en los distintos proscenios existentes por aquellos tiempos en Jerez, como eran el Teatro Principal en la calle Mesones, el Teatro-Circo Eguílaz luego llamado Echegaray en la plaza del Banco, o el Teatro Eslava junto al Alcázar, así como el Salón Jerez de la calle Doña Blanca y sus sesiones de cinematógrafo, figuran anotadas con todo detalle. En el mentado legado se incluyen también algunas obras teatrales escritas por él mismo y que en su día fueron puestas en escena.



       Dicho archivo contiene otros tres cuadernos, son una transcripción literal de lo que González-Quijano llama “Colección Velarde”. Es éste un archivo anterior en el tiempo que se encargó de copiar con una de aquellas vetustas máquinas de escribir de las usadas a principios del siglo XX. Con un contenido similar, comprende dicha copia un período que va desde diciembre de 1851 hasta noviembre de 1865. A través de la misma hemos podido saber la existencia de otra sala de teatro de la que no teníamos conocimiento, se trata de la sala “Cuartel de la Plaza”, con la advertencia de que “los arquitectos de la autoridad certifican el estado de seguridad del teatro”. Creemos que la plaza que da nombre a esta sala, y por tanto su ubicación, no puede ser otra que la del Arenal, dado que en el edificio Los Arcos estuvo ubicado en otros tiempos un cuartel de milicias.



      Podemos quedar asombrados al conocer la enorme cantidad de representaciones teatrales y musicales habidas en el Jerez de antaño. Hay muchos meses del año en los cuales se pueden contabilizar más de quince funciones en el teatro Principal y otras tantas en el Eslava, inclusive durante el verano. Además de ello, también podemos conocer otros aspectos lúdicos de nuestra ciudad como los bailes de máscaras celebrados en dichos teatros, un circo ecuestre denominado “Ambos Mundos” que se estableció en febrero y marzo de1882 en la plaza del Progreso, una caseta de figuras de cera instalada en ese mismo lugar o las primeras exhibiciones del cinematógrafo en el Teatro-Circo Eguílaz de la plaza del Banco.

Onofre González-Quijano era un hombre de poca estatura y algo rechoncho. Contrajo matrimonio con Feliciana Díaz de cuya unión nacieron tres hijos. Según nos cuenta su sobrino, Feliciana era una mujer sencilla, encantadora y de un singular salero. Colaborador del periódico El Guadalete en el que publicó numerosos artículos, fue un gran aficionado a los toros y un defensor a ultranza de las cualidades del vino de Jerez, dejando escritos los sainetes Mala Faena y El juguete de la niña, así como otros trabajos en verso que no se conservan, salvo uno que figura en el archivo de referencia titulado: “Del que mató a Joselito”, en el que hace una ingeniosa defensa de “Bailador”, el toro que hirió mortalmente a aquel torero. También se sabe que durante la Guerra Civil escribió un diario sobre la misma que tampoco se conserva. Por último diremos que en 1929, una vez terminadas las obras del Teatro Villamarta, formó parte de la primera sociedad arrendataria del mismo. Falleció el 26 de diciembre de 1945 en su casa de la calle Cerrón.
Antonio Mariscal Trujillo
Centro de Estudios Históricos Jerezanos

La historia de la humanidad a través de miniaturas artísticas





 Antonio Guerrero Andra fue en vida el padre de la posiblemente mejor colección de miniaturas históricas de España. Su asombrosa colección de figuras artísticas estaba compuesta por más de siete mil ejemplares, en los que se recrea la historia de la humanidad. Desde el hombre de neardental hasta el astronauta, pasando por las tropas de Aníbal, romanos, griegos cartagineses, medievo, Guerra de la Independencia, boers, tribus americanas, Guerra Civil española, personajes del Quijote y un largo etc. Todas documentadas y policromadas a mano, es el asombro de cuantos hemos tenido la suerte de contemplarla. Ello unido a una magnífica biblioteca de historia de más de 10.000 volúmenes, ahora de incierto destino ya que Antonio Guerrero carecía de herederos directos y por tanto su deseo fue donarlo a la ciudad de Jerez de la Frontera, sin que tras años de contactos con el Ayuntamiento, se hubiera podido materializar la aceptación de dicha donación para exposición pública permanente y disfrute de visitantes y estudiosos. Descanse en paz este artista jerezano.



Garrochistas en Bailén


Garrochista de Jerez
 Han transcurrido más de dos siglos desde de la famosa Batalla de Bailén, gesta en la que varios miles de voluntarios españoles procedentes de todas las clases sociales llegados de pueblos, campos y ciudades se unieron con el afán de expulsar de nuestro suelo patrio al invasor francés. El 19 de Julio de 1808, día memorable para la historia de España, aquellos hombres, muchos con escasa preparación militar, tuvieron la valentía de enfrentarse y vencer al más poderoso ejército del mundo: el hasta entonces invicto de Napoleón Bonaparte.

Tras los sucesos del 2 de Mayo en Madrid y el brutal aplastamiento de la rebelión popular surgida en dicha capital, el virrey del emperador, Murat, estableció a finales de mayo una gran fuerza de reserva en Madrid enviando al mariscal Monsey a aplastar la rebelión de Cartagena, Valencia y Cataluña, mientras que el general Dupont avanzaría con 13.000 hombres hacia Córdoba y Sevilla. Tras vencer este último una ineficaz resistencia en el puente de Alcolea sobre el Guadalquivir, Dupont irrumpe con sus tropas en la ciudad de Córdoba donde, sin ningún respeto por la vida o hacienda de sus habitantes, sus soldados saquean la ciudad, violan a sus mujeres y matan a decenas de civiles. Estos sucesos exacerbaron el ánimo de los andaluces organizándose en partidas que masacraban a los soldados franceses rezagados así como sus avanzadillas y correos. Al sentirse aislado y hostigado, el general francés decide abandonar la capital cordobesa y dirigirse a las llanuras de Andujar. Desde allí, alarmado ante las noticias del avance del gran ejército que había logrado formar el general Castaños, solicita refuerzos a Madrid. El 27 de junio el general Vedel llegó a la Carolina con 6.000 soldados de infantería y 600 caballos que se unieron al grueso de las tropas bonapartistas allí acantonadas. En total había reunido un ejército de unos 20.000 soldados que se opondrían a los 29.000 del general Castaños.

No es nuestra pretensión relatar aquí otros aspectos de esta batalla, Lo que sí vamos a contar es la intervención heroica de unos jerezanos que, unidos a otros de Utrera, por su bravura pasaron aquel 19 de julio de 1808 a formar parte de la historia con un halo de leyenda. Nos estamos refiriendo a los famosos “Garrochistas de Bailén”, aquel regimiento de lanceros voluntarios que el 16 de julio en la toma de Mengíbar y al mando del capitán José Cheriff lucharon de forma valiente y temeraria sufriendo importantes bajas entre ellas su capitán, tres días después en Bailén serían la fuerza de choque frente a la primera línea francesa.

Los historiadores no coinciden en el número de jinetes que componían esta fuerza, las cuales según fuentes, pueden oscilar entre los 250 y 450 efectivos, de ellos casi un centenar provenían de Utrera. Nosotros nos inclinamos por una cifra cercana a la segunda, ya que la 4ª División del general Manuel de la Peña, en la que estaban encuadrados nuestros garrochistas, contaba en total con sólo 540 jinetes, y éstos en su mayoría eran los lanceros a los que nos referimos.
              Garrochistas de Bailén, de una vieja postal

En el archivo municipal de Jerez, según refiere el que fuera su responsable Adolfo Rodríguez del Rivero en un artículo de los años cuarenta del pasado siglo, aparecen los nombres de muchos de los que se ofrecen voluntarios para esta unidad. En el mismo nos dice: “Antonio Martín, presenta a su hijo Juan Martín con su caballo y garrocha de torear. Ignacio Arromando y su hijo Juan acompañado de otros cinco caballeros con caballos y garrochas. Gonzalo Roca y su sobrino Manuel con caballo y garrocha. Domingo Sestelo, tres hombres sostenidos por él con caballos y garrochas. Bartolomé Angulo, a su hijo y cinco hombres más con caballos y garrochas así como todo su caudal. Francisco Orbaneja, dos criados a caballo con garrochas”. Y así una lista de más de un centenar de hombres con sus caballos y garrochas que al parecer fueron muchos más, todos procedentes de nuestro extenso término municipal.

El uniforme de estos garrochistas era original y típico: pañuelo de color rojo en la cabeza atado a la nuca cuyos picos caían sobre la espalda dejando ver una coleta envuelta por redecilla negra, sombrero calañés con moña, chaquetilla corta con hombreras y caireles, chaleco medio abierto por el que asomaba un pañuelo atado al cuello, faja negra o roja, calzones ajustados hasta la rodilla y botín abierto que dejaba ver medias azules o blancas. Sus armas: un cuchillo de monte en la faja y una larga garrocha de las de picar toros a las que muchas se les había cambiado la puya por punta de lanza.
Rendición del General Dupont en Bailén
Museo del Prado

Enrolados en la división que mandaba el general Manuel de la Peña, eran magníficos jinetes que podían maniobrar muy fácilmente entre los olivares, y así de forma temible cargaron a todo galope con una formación en cuña que diezmó a la vanguardia enemiga, rompiéndola y adentrándose hasta el grueso del ejército atravesando los olivares al grito de: ¡¡España Jerez, a por ellos, como a las vacas!!. Tras el tremendo choque, nuestros jinetes se cebaron en perseguir a los franceses, hasta que la superioridad numérica de éstos acabó con el valor de los garrochistas. Ni que decir tiene que la mayoría perecieron, no sobrevivió más de una treintena de ellos. Aquellos audaces lanceros voluntarios de Utrera y Jerez vestidos de paisano asombraron a los oficiales napoleónicos tanto por su bravura e indumentaria como por su armamento: aquellas gruesas y largas garrochas de tres metros de largo nunca antes se habían visto en una batalla. Había nacido una leyenda: “Los Garrochistas de Bailén”.

Después de aquella batalla muchos serían los garrochistas jerezanos que siguieron engrosando la caballería del ejército español, circunstancia ésta que trajo en jaque a los franceses hasta su salida definitiva de suelo patrio. Ello podemos desprender de un bando publicado en febrero de 1810 colgado en las plazas de nuestra ciudad cuando las dichas tropas napoleónicas ocuparon Jerez. Entre otras muchas medidas de represión decía lo siguiente: “ Todo individuo que auxilie a los garrochistas será fusilado o ahorcado. El que avise para prenderlos será gratificado con cuatrocientos reales y si el mismo es soldado será ascendido.

En estos tiempos en los que tantos monumentos se han levantado en Jerez, sería de justicia que nuestras autoridades municipales fueran planteándose erigir algo que recordara a las generaciones actuales y venideras la gesta de estos héroes jerezanos que dieron su vida para defender su patria y su gente de la barbarie napoleónica.

ANTONIO MARISCAL TRUJILLO
Centro de Estudios Históricos Jerezanos