Mi querido tataranieto: Albergo
serias dudas que esta misiva llegue hasta ti; porque escribir algo con la
esperanza que lo leas dentro de ochenta o noventa años es lo mismo que meterlo dentro
de una botella y lanzarla al mar. Pero ante la remota posibilidad que las aguas
de los océanos del tiempo conduzcan la botella hacia ti he decidido afanarme en
la tarea de escribirla.
Calculo por la edad que en estos
tiempos la gente se casa o se junta y el que también tardan en decidirse a ser padres, que posiblemente
puedas nacer alrededor del año 2100. Como no creo que te pique la curiosidad de
leerlas antes de que cumplas los veinte, será allá por el 2120 cuando este
escrito llegue tus manos. Claro, eso es si tus padres, abuelos o bisabuelos no
lo han tirado a la basura o desaparece en alguna mudanza.
También puede ser que el exponencial
crecimiento de la población mundial, su consumismo desmedido, sus detritus o su
armamento nuclear, logren que la humanidad desaparezca de la faz de la tierra o
retorne a la edad de piedra, y entonces no tengas la oportunidad de nacer. Pero
en fin, confío que eso no ocurra y que las generaciones que seguirán a la mía sean
más inteligentes poniendo “pies en pared”. A lo mejor hasta es posible que en
tu tiempo el hombre ya haya colonizado Marte y acaso esté camino de Júpiter.
No sé si serás hombre o mujer, o quizás en tu
tiempo este concepto tan divertido de los dos sexos opuestos haya sido
superado, espero que no ocurra; aunque mucho me temo que tal como estoy viendo
las cosas…, ya veremos. Lo digo porque si acaso se llega a imponer esa ideología
que llaman “de género” y la misma es llevada hasta sus límites más extremos,
ello quizás pueda acabar con la armonía y la atracción que ha reinado entre
ambos sexos para convertirla en rechazo y animadversión de unos hacia otros. Ya
hay mujeres que dicen que la igualdad total no llegará hasta que los hombres
puedan concebir en sus vientres. También hay hombres que estarían dispuestos a demandar judicialmente
al mismísimo Creador por no permitirlo. Claro que es posible que en tu época
todo eso haya sido superado y los embarazos se hagan en incubadoras
industriales a partir de clonaciones en tubos de ensayo. Así de esa manera la
igualdad puede que sea total, consiguiéndola hasta en lo físico: los mismos
rostros, los mismos ojos, el mismo color de pelo, la misma estatura; y además
de género neutro para que no haya problemas. Algo así como fotocopias fabricadas
en serie. También, si por casualidad llega ese momento, no es descabellado
pensar que el sexo tengáis que practicarlo con dispositivos de realidad
virtual.
Te llamaré tataranieto terminado en
o, porque según la gramática española, que está muy lejos de ser la que usan
políticos y periodistas, englobo así los dos géneros. De todas maneras si eres
mujer y quieres cambiarlo, lo tienes muy fácil, pues con sólo darle la orden a
tu computadora o dispositivo móvil puedes sustituir el masculino de las
palabras que desees por el femenino, en décimas de segundo lo habrás conseguido.
Otra cosa: puede que hayas tenido la
suerte de nacer en Andalucía; aunque con eso de la globalización a lo mejor ni
siquiera hayas nacido en Europa. Puede que seas americano, africano,
australiano, chino, japonés, hindú o marciano ¡quién puede saberlo!. Por ello
pensé en principio dejarte una copia en inglés. Luego me dije que es posible
dentro de un siglo que el español sea el idioma más universal. O porqué no, al
igual que hace unos años se ha puesto en circulación el euro como moneda común
en los países de la Unión Europea, puede que en tus tiempos se haya
desempolvado e impuesto aquella ilusión de finales del siglo XIX llamada
Esperanto, y, para bien de la humanidad, todos
podáis entenderos en un solo idioma común, con la ventaja adicional que
así nadie podrá utilizar su lengua como arma ofensiva en nacionalismos
trasnochados. Por ello no me tomaré el trabajo de traducir. De todas maneras no
creo que tengas más complicación para leer estas páginas que darle la orden a
tu computadora y te lo pondrá en el idioma que prefieras.
Al escribirte esta carta sólo
pretendo comunicarme contigo desde el pasado. Pienso te gustará, como a mí me
hubiese gustado recibir algo parecido que me hubiese enviado allá por los
tiempos de Isabel II uno de mis ancestros. Por cierto, creo que no procedería publicar esta
misiva o acaso venderla por pocas pesetas, euros, rupias, dólares, bitcoins o
lo que sea. Sólo en el supuesto que algún coleccionista, periódico digital, revista
virtual o televisión interplanetaria tengan interés y lo te pague bien, lo
vendes.
Como dudo que tus bisabuelos (mis
hijos) tengan interés en leer estos recuerdos salidos de ese lugar de la memoria donde se conservan las
vivencias del pasado y que forman parte de la propia existencia, he puesto esta
carta dentro de un sobre lacrado, para así picar su curiosidad. Seguro que
romperán el precinto para ver que contiene y así puede que lo conserven y transmitan.
Si tienes paciencia y lees hasta el
final, quizás descubras algo de interés en la vida y en el tiempo que le tocó
vivir a este ancestro, que nació y habitó durante gran parte del siglo XX y no
sé cuantos años del siguiente. Cosa que ocurrió en una bonita y alegre ciudad
de la baja Andalucía, donde se criaban buenos vinos y mejores caballos llamada
Jerez de la Frontera, en la que quiero se guarden mis cenizas. Y con dicho
ánimo hoy día 17 de noviembre, festividad de Santa Isabel de Hungría, del año
2018 de nuestro Señor Jesucristo, comienzo a escribir estas memorias que pueden
diferir muy poco de las cualquier otro ciudadano que haya vivido en el mismo
tiempo y lugar que yo lo hice.
Nota:
Lo que sigue quedó ilegible como
consecuencia de una inundación.