Llegó
a Jerez en 1969 con treinta y pocos años de edad, cuando la nueva Residencia
Sanitaria del Seguridad Social “General Primo de Rivera” acababa de abrir sus
puertas y sustituía a aquel centenario y benemérito Hospital Municipal de Santa
Isabel de la calle de la Merced. Los responsables de la puesta en marcha de la
nueva Residencia Sanitaria necesitaban un jefe para el Servicio de
Traumatología que, con experiencia en las nuevas técnicas de esta especialidad,
supiese hacer frente al reto de formar un equipo de profesionales y poner en
marcha dicho servicio. Por ello recurrieron al mejor hospital de España, tal y
como era entonces el de La Paz de Madrid. Se pusieron en contacto con el jefe
del Departamento de Traumatología Dr. Palacios y le pidieron que nos enviara a
Jerez a uno de sus mejores adjuntos. Así fue como el joven Dr. Uyá, que se
había formado en el Hospital Provincial de la capital de España con uno de los
mejores especialistas de la época, el profesor Vaquero, vino a Jerez.
En
una de sus primeras actuaciones, efectuó el segundo de los implantes de
prótesis de cadera de los realizados en España al conocido y recordado
propietario del bar Maypa, Paco Alzola. Para ello tuvo que desplazarse
previamente a Madrid con su adjunto el Dr. Bueno Ramallo, al objeto de traer el
instrumental necesario y la prótesis correspondiente; la intervención fue un
éxito total. A partir de ahí y como pionero en España continuó realizando
numerosas intervenciones de quirúrgicas de traumatología y cirugía ortopédica,
tanto de cadera, rodilla, injerto de huesos, etc, etc., con tal maestría y
profesionalidad que podemos asegurar que son miles los pacientes de Jerez y su
comarca que al Dr. Uyá le deben su movilidad.
Meritísima
y ejemplar fue su actuación junto con su equipo cuando en 1972 tuvieron que
hacer frente a la catástrofe que se produjo con motivo el trágico choque de
trenes en El Cuervo en el que murieron más de un centenar de personas y otros
tantos resultaron gravemente heridos. Su intervención fue fundamental para
movilizar en muy poco tiempo todos los medios disponibles en el hospital y
ponerlos al servicio de los heridos. Todos fueron atendidos sin necesidad de
recurrir, salvo en casos muy especiales, a otros hospitales de Cádiz o Sevilla.
En
1994 coincidiendo con sus bodas de plata al frente del Servicio de
Traumatología del Hospital de Jerez, el Ayuntamiento de nuestra ciudad le
otorgó la más alta distinción que pueda ser concedida a un no nacido en Jerez:
el título de Hijo Adoptivo. A dicho homenaje se sumaron aquel día cientos de
compañeros, amigos y pacientes, así como autoridades municipales, sanitarias y
académicas que ofrecieron su público testimonio de gratitud y respeto a tan
insigne médico. Ahora, al cabo de dos años de su fallecimiento, sería de
justicia pedir a nuestras autoridades municipales que el nombre de tan insigne
médico, madrileño de nacimiento pero jerezano de corazón, rotule alguna de las calles de nuestra
ciudad.
Antonio
Mariscal Trujillo
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