El siglo XIX comienza en Jerez con una gran
tragedia: Una asoladora epidemia de fiebre amarilla se propaga desde la ciudad
de Cádiz, ciudad a la que había llegado el día 30 de junio el navío Águila,
procedente de la Habana, en el que habían perecido cinco tripulantes.[1] En agosto, en prevención de que la misma
llegara a Jerez, las autoridades locales ordenan tomar una serie de medidas
higiénico-sanitarias a fin evitar su propagación en nuestra ciudad. Dichas
medidas incluyen la obligación de todos los vecinos, sin distinción de clases, a limpiar sus respectivas calles
de escombros, basuras y animales muertos; animando a todos a encender hogueras
por las noches y quemar en ellas tomillo y otras plantas aromáticas a fin de
limpiar el aire. Se prohíbe entrar reses vacunas en la ciudad, así como quemar
sus boñigas para hacer fuego y, bajo fuertes sanciones, se prohíbe también,
admitir en casas, posadas o mesones a enfermo alguno que venga de Cádiz o los
Puertos.
A primeros de septiembre el contagio
comenzó a generalizarse iniciándose una gran mortalidad, por lo que las medidas
dictadas fueron mucho más severas. Se acordonó la ciudad dejando solamente una
entrada en la Alcubilla.
Se prohibió la entrada de correos y víveres provenientes de
Cádiz. Un tribunal formado por un caballero veinticuatro, un escribano, un
médico y un cirujano, examinaban escrupulosamente a todo el que intentara
penetrar en la ciudad por aquella única puerta. Y como el caso lo
requería se instalaron dos nuevos cementerios: uno en la finca de las Cuatro
Norias y otro en el Tinte[2], prohibiéndose todo
enterramiento en iglesias, conventos o capillas. También se dispuso la
preparación de los hospitales existentes con médicos y medicinas necesarias
para atender a los posibles apestados. Igualmente, para evitar entristecer aún
más al pueblo, se prohibió el toque de campanas en las iglesias. Tanto eran los
muertos, que los carros que recogían los cuerpos eran insuficientes, por lo que
muchas familias, ante el estado de descomposición de los cadáveres, se veían
obligados a enterrarlos clandestinamente en huertos, patios y jardines. Muy numerosas
fueron las familias que perecieron al completo, y muchas casas hubieron de
cerrarse al no quedar ni un sólo habitante en ellas.
Durante la segunda quincena de septiembre
el contagio se hizo espantoso en toda la población, causando enormes estragos
entre sus habitantes. No se sabe a ciencia cierta el número de víctimas que
causó la epidemia. Las cifras barajadas oscilan entre las 10.000 que daba la Junta Local de
Sanidad, hasta las 30.000 que ofrecía el párroco de Santiago. Sin embargo, el
estudio documentado del Dr. R. Carrión[3] nos da un total de 5.491
víctimas entre las censadas en el padrón de habitantes; aquí no estarían
incluidos los transeúntes o no censados que deberían ser numerosos. Si tenemos
en cuenta que la población de Jerez en ese año era de unos cincuenta mil
habitantes, resulta que el once por ciento perdió la vida.[4] Como es natural, la
epidemia no hizo distinción entre estamentos o clases sociales. Entre la gente
principal de la ciudad, sucumbieron entre otros: el alcalde, el corregidor,
catorce caballeros veinticuatro, 42 clérigos y 21 miembros del ayuntamiento.
Los testimonios de esta tragedia son
verdaderamente escalofriantes. Carros y más carros cargados de cadáveres camino
de los cementerios era la terrible y constante visión en las calles de aquellos
aciagos días. El azote se recrudeció en
los primeros días de diciembre y no remitió hasta la llegada de los fríos y la
lluvia a finales de ese mismo mes; sin embargo, no se logró erradicar por
completo la enfermedad, y la misma permaneció azotando a la población de forma
endémica durante varias décadas.
Antonio Mariscal Trujillo
[1] Rodríguez Carrión, J. Jerez
1800. C .E.H.J.
1980
[2] La finca de las Cuatro Norias se encontraba situada al inicio del
camino de Espera, y el Tinte en lo que hoy es la explanada de la Estación de F.C.
[3] Rodríguez Carrión, J. Jerez
1800. C .E.H.J. 1980.
[4] En la ciudad de Sevilla de
un censo de 80.588 vecinos, la epidemia se cobró 14.685 vidas.
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