Un maestro de maestros en el arte de la guitarra
No es mucho lo que sabemos sobre la infancia y juventud de este maestro de la guitarra. Fue quizás uno de los pocos guitarristas de su tiempo que había estudiado música y solfeo. Las primeras noticias que poseemos nos dicen que se inició en este arte con el afamado profesor jerezano Javier Molina “El Brujo de la Guitarra” en su academia de la calle Prieta. No sospechaba entonces Rafael que, con el tiempo, estaría llamado a ser el fiel transmisor del arte de aquel genial maestro a las generaciones futuras.
En sus primeros años como profesional Rafael del Águila acompañó con su toque a numerosos artistas del momento, como Pericón de Cádiz, Vicente Pantoja, Juaniquí, Manolo Caracol o Juan Jambre. A partir de 1930, sin que sepamos las causas, Rafael abandonó definitivamente todo tipo de actuaciones en público para dedicarse por entero a la enseñanza.
Fue un auténtico bohemio y como tal vivió. Descuidado en su vestimenta y en su aspecto, se levantaba todos los días a las siete de la tarde para comenzar sus clases, las cuales duraban en muchas ocasiones hasta bien entrada la madrugada. De hecho, en más de una ocasión, cuando algún alumno llegaba antes de las siete de la tarde le echaba una increíble bronca por haberle despertado. Su casa-academia en la barriada Torresoto, que casi nunca limpiaba ni ordenaba y que se asemejaba más a una cobacha que a otra cosa, estaba toda atestada de libros, partituras y recuerdos. Allí, y a la luz de una triste bombilla, transmitió su arte a los más destacados guitarristas de Jerez como lo han sido José Luis Balao, Parrilla de Jerez, Antonio Jero, Paco Cepero o Manolo Santos entre otros. Recuerdo en los años sesenta cuando tuve la fortuna de ir por allí para recibir algunas clases, cómo en ocasiones enseñaba a tocar a algunos de sus alumnos piezas de música clásica española de Albéniz, Granados o Tárrega, decía que eso sólo se lo enseñaba a los más listos.
En 1967 y en reconocimiento a su labor, la Cátedra de Flamencología le concedió el Premio Nacional de Enseñanza y Maestría y, en 1975, un año antes de su fallecimiento, la Peña Flamenca Los Cernícalos de Jerez le rindió un merecido homenaje. Una placa en la casa donde vivió y enseñó recuerda a este gran maestro. Nunca podremos olvidar el haber tenido la dicha de haber recibido sus clases en la penumbra de una covacha llena de recuerdos. Allí en el arrabal jerezano del “Reventón de Quintos” sembró la semilla de su arte para orgullo de Jerez, y su memoria quedó imborrable en la mente de todos los que cada noche fuimos por aquellas oscuras y estrechas callejas donde Rafael del Águila dejó para siempre el lamento de una cuerdas acariciadas por sus viejas y geniales manos.
Antonio Mariscal Trujillo
Foto: Archivo de Pedro Caravante
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