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Jerez de la Frontera, Cádiz, Spain

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1862. LA VISITA DE LA REINA ISABEL II A JEREZ

LA VISITA DE LA REINA ISABEL II A JEREZ


En el otoño de 1862  la reina Isabel II acompañada de su esposo Francisco de Asís  de Borbón  y de sus hijos Isabel, María de la Paz, Eulalia y Alfonso, éste último que llegaría a reinar con el nombre de Alfonso XII, emprende un viaje oficial para visitar las provincias andaluzas. El día 3 de octubre de 1862 la comitiva Real llega a Jerez procedente de Cádiz a donde había arribado por vía marítima.

    Sobre las doce del mediodía el tren regio hacía su entrada en la Estación de Jerez. En ese preciso instante la campana del convento de Madre de Dios dio la señal de llegada a la que respondieron todas las demás campanas de Jerez. Entre vítores y marchas, sus majestades bajaron del tren, siendo recibidas al pie del andén por las autoridades civiles, militares, eclesiásticas y de los personajes más notables de la ciudad. Unas breves palabras del alcalde, D. José María Izquierdo, ofreciéndole a la reina el homenaje de lealtad y respeto en nombre de Jerez, iniciaron el programa.

    A la salida de la Estación, un bello arco triunfal compuesto por tres vanos de estilo árabe se había levantado al efecto. En medio de la multitud que se agolpaba en las inmediaciones, sus majestades subieron a un coche ricamente enjaezado y tirado por seis hermosos  caballos cartujanos, a bordo del cual y, entre frenéticas muestras de entusiasmo por parte de la multitud congregada en la explanada de la estación y sus alrededores, se dirigieron a la iglesia Colegial, seguidos por una comitiva compuesta por sesenta coches. Cuentan las crónicas que dicha comitiva ofrecía un espectáculo indescriptible. Desde los balcones del recorrido llovían sobre el coche regio cientos de flores y cuartillas con composiciones poéticas, mientras miles de palomas con lazos de colores sobrevolaban el recorrido. En la plaza del Arroyo y en las inmediaciones de la Colegial apenas podía transitarse por el inmenso gentío que allí se concentraba. El repique de todas las campanas de la ciudad, los acordes de las bandas de música y los vivas a la reina daban a aquella escena un aspecto indescriptible. La familia real subió por la rampa y escalinata que acceden a la puerta principal del templo, donde fueron recibidos por el Abad y el Cabildo Colegial, para, a continuación, bajo palio llegar al altar mayor donde se entonó un Tedeum.

    Finalizada la ceremonia religiosa los soberanos se dirigieron al Real Alcázar que había sido exquisitamente preparado. Tras un saludo a la multitud desde uno de los balcones de la torre de Ponce de León, pasaron a uno de sus comedores lujosamente decorado con valiosos lienzos y otras muchas obras de arte. Acompañaron a la Reina en el almuerzo el  Alcalde junto con los diputados, senadores y títulos de Castilla residentes en Jerez. Una mesa servida con los mejores manjares y los vinos más exquisitos, lucía riquísima vajilla, mantelería, artísticos candelabros y adornos florales. A los postres y tras las palabras de rigor, les fueron ofrecidas a la reina Isabel varias monedas de oro, plata y bronce acuñadas para la ocasión. Cuatro mil de estas monedas, suponemos que la mayoría de bronce, fueron arrojadas desde los balcones a la multitud junto con numerosas poesías impresas en tela de raso.

    Concluida la comida, la soberana pasó al salón del trono del palacio de Villavicencio en el interior del propio Alcázar para la preceptiva ceremonia de besamanos. Luego, un recorrido por el palacio ricamente adornado con innumerables obras de arte que merecieron la atención y los elogios de la soberana. Cabe señalar la audiencia concedida al Alcalde, el cual rogó a S.M. se dignase patrocinar la empresa que se había formado para traer agua a la ciudad, de la que carece, desde los manantiales de Tempul. El ministro de Fomento apuntó que esta empresa era útil y necesaria para  el pueblo de Jerez, por lo que la Reina recomendó que se hiciese lo necesario para que el asunto tuviese una pronta resolución. Tras una nueva salida al balcón para oír los vítores del pueblo, se dirigieron a visitar las bodegas de González Byass y Garvey según estaba previsto en el programa. 

    A la entrada de las Bodegas de González Byass, donde se había levantado un arco triunfal de piedra que aún se conserva, penetraron en estas instalaciones donde fueron recibidos por D. Manuel María González, fundador y gerente de la empresa, el cual tras las palabras de rigor invitó a SS.MM. a presenciar una “pisa de uva”. Como quiera que ya no era tiempo de vendimia, la uva hubo que comprarla a numerosas personas de diversos puntos de la zona que solían colgarla en racimos para convertir la uva en pasas. Luego una visita rápida por las enormes naves bodegueras donde en el interior de quince mil botas se atesoraban las magníficas soleras de la casa. De una de sus botas de Pedro Ximénez añejo y con una venencia de plata, un joven venenciador llenó dos copas de cristal en las que los monarcas probaron el néctar de Jerez. La augusta familia abandonó la bodega mostrando su grata satisfacción por esta visita a que calificaron como una de las más importantes industrias de nuestro país. Aquella visita le había costado al Sr. González Ángel treinta mil duros de los de entonces.

    La comitiva regia se encaminó a continuación a la bodega de D. Patricio Garvey entre indescriptibles muestras de entusiasmo, sobre todo al pasar bajo otro arco triunfal en orden dórico levantado en la calle Lancería. A su llegada a la bodega y, a los sones de la marcha Real interpretada por una banda de música, fueron recibidos a la entrada por el Sr. Garvey acompañado de sus dos hijos mayores, quien expresó con unas breves palabras su satisfacción por esta excelsa visita. Recorrieron la bodega, probaron sus vinos, dieron a besar sus reales manos y, después de unas palabras agradecimiento por parte de la reina, se retiraron con visibles muestras de complacencia.

    La comitiva se encaminó a continuación por las calles Porvera, Ancha y Santiago hacia el hospital de La Merced, que desde aquel día se llamó de Santa Isabel de Hungría en honor a la soberana. Tras orar brevemente ante la patrona de la ciudad, pasaron al interior del hospital por la puerta que comunica la iglesia con su antiguo claustro, donde fueron recibidos por su director, el Dr. Manuel Ruiz de la Rabia y la comunidad de las monjas de la Caridad que atendían aquella institución. Visitaron sus salas, hablaron con los enfermos allí acogidos, dieron un importante donativo y, antes de partir aceptaron un refresco, rogando a las monjas que rogasen a Dios por ella y su familia.

    Desde allí y con el mismo entusiasmo popular mostrado desde su llegada, la familia real emprendió camino hacia la estación de ferrocarril. Allí la Reina mostró al Alcalde, con las palabras del más verdadero afecto, la satisfacción con la que se iba por el brillante recibimiento que le había hecho su “leal ciudad de Jerez”. SS. MM. ocuparon el vagón real que les trasladaría a Sevilla en medio de las entusiastas aclamaciones de una inmensa multitud que había logrado invadir todos los alrededores de la Estación. Eran las cinco de la tarde.

De mi libro "Historias de la historia de Jerez" Fundación Teresa Rivero. Jerez 2008


 

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