Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá
en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos
diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?. Y al entrar en la casa vieron al
niño con su madre María, y postrándose ante él lo adoraron.
EN LA FESTIVIDAD DE LOS REYES MAGOS
Poco más dice
el relato bíblico de San Mateo sobre un hecho que fue
progresivamente adornado durante la Edad Media. Poco a poco y a través
del tiempo los Magos se convirtieron en Reyes y se les dio los nombres de Gaspar,
Melchor y Baltasar. Como es sabido, la tradición
cuenta que los tres Reyes Magos vinieron de Oriente y que guiándose por una
estrella llegaron a Belén, buscaron al Niño Jesús recién nacido y le adoraron,
ofreciéndole oro como Rey, incienso como
Dios y mirra como Hombre. De ahí emana la entrañable tradición española y de
otros países hispanoamericanos de ofrecer regalos a los niños en la noche del 5 al 6
de enero, en los últimos tiempos compitiendo con la introducción del Papá Noel en las costumbres navideñas debido a la influencia de otras culturas del norte de
Europa y sobre todo anglosajonas.
Juguetes, golosinas y ropa de abrigo
Con respecto a nuestra ciudad, me he permitido buscar en diversos
números de los primeros días de enero de finales del siglo XIX y primera década
del XX del viejo periódico El Guadalete, para ver que decían de esta tradición
en sus páginas. Salvo algunos anuncios de establecimientos como el del Sr.
Gutiérrez en la calle Algarve 8 y 10 del que vemos cada año anuncios en
vísperas de Reyes, en los que se puede leer que hasta el día de 6 de enero
mantiene su exposición de juguetes con precios fijos y al alcance de todas las fortunas, no encontré ninguna
noticia o evento relacionado con la festividad, a no ser algún baile en el
Casino Jerezano e incluso, extrañamente, algún otro de máscaras. También hay noticias
de que el Sr. Luis de Ysasi, prócer jerezano que legara a nuestra ciudad su
finca de El Retiro, regalaba el día de Reyes, en los albores del pasado siglo,
ropa y juguetes a una relación de niños
necesitados de la ciudad.
Ya en tiempos de la II República hallamos noticias en prensa de la entrega
de juguetes, ropa de abrigo y golosinas en algunos colegios de nuestra ciudad con motivo de la festividad de
Reyes, concretamente en el colegio que estaba situado en el interior del Real
Alcázar, del que era protector y principal bienhechor el Sr. Salvador Díez,
quien a sus expensas se encargaba de adquirir dichos regalos. Cercano a este centro, en la
Maternal de calle Armas, también en dicho tiempo y a cargo del Ateneo se
regalaban juguetes y ropas a los escolares.
Cabalgata de Reyes, un poco de historia
En cuanto a la tradición de una cabalgata para anunciar la llegada de
los Reyes Magos es muy antigua, la misma se remonta al año 1866 cuando en la
ciudad alicantina de Alcoy se organiza la primera cabalgata de reyes de las que
se tiene noticia en España. En Jerez no sería hasta el año 1923 cuando sus
calles vieran por primera vez el paso de una Cabalgata de Reyes. La cual, al
igual que en Sevilla que la venía haciendo desde 1918, era el Ateneo quien se encargaba de su
organización, con el único afán de llevar regalos e ilusión a los escolares más
necesitados. Tanto el coste de los juguetes a comprar que, según las normas
había que hacerlo a comerciantes de la ciudad, así como los gastos de la
cabalgata eran obtenidos a base de donaciones particulares que el Ateneo se
encargaba de recaudar, también se obtenía alguna pequeña ayuda del propio
Ayuntamiento. Ni que decir tiene que aquellas cabalgatas eran de lo más austero
y en nada parecido a las de ahora, desde luego sin carrozas, ni camellos. Según
nos cuenta Pepe Castaño en su precioso libro sobre los Reyes Magos, el cortejo que
acompañaba a sus Majestades de Oriente en aquellas primeras cabalgatas lo abría
una banda militar de cornetas y tambores, tras la misma, una serie de
figurantes disfrazados de egipcios y árabes, nada más.
Con el advenimiento de la Guerra Civil el Ateneo Jerezano quedó
prácticamente inactivo, sus comisiones desaparecieron y con ellas la encargada
de organizar la cabalgata. Acabada la contienda se hicieron algunos actos
aislados organizados por el Frente de Juventudes con motivo del día de Reyes,
tales como un concurso de dibujo infantil, una velada teatral o un concurso
literario sobre este tema. También a mediados de aquella década de los cuarenta,
aparece en la prensa la noticia que unos magos disfrazados habían desfilado por
el centro de Jerez. Poco más hemos podido encontrar en hemeroteca. Será en el
año 1949 cuando de nuevo se restablezca la Cabalgata de Reyes, en la que mi
viejo y recordado amigo José María López-Cepero representó al rey Baltasar
junto a Juan Manuel Rodríguez Almodóvar y Alberto González de la Peña. En dicha
ocasión los reyes desfilaron montados en sendos caballos. Por cierto, el
Ayuntamiento no participó aquel año aduciendo que no tenía dinero.
Evocación
En mis recuerdos de la niñez quedaron aquellos días de la ilusión y sus
juguetes. El carrito de madera hecho a mano por un carpintero amigo de la
familia, el cochecito pulga que se le daba cuerda por debajo, la cabeza de
caballo de cartón piedra unida a un palo, los juegos de mesa de parchís y la
oca, o aquel tren de resorte al que mi padre le ponía una bombillita conectada
a una pila de petaca y me decía que era un tren eléctrico. También, en los días
previos a la festividad de los Reyes, recuerdo aquellos grupos niños, tan pobres
que nada tenían, tiznada su cara con un tapón de corcho quemado, pidiendo a
coro por las calles unos céntimos para poderse comprar algún juguete. Eran los
llamados “Tostaíllos”. Y lo hacían con tal gracia bajo los balcones de las casas
que casi siempre les caía alguna moneda. Cantaban esto:
Somos cuatro tostaíllos que venimos a dar el tostooón
A la doña, doña Juana, la que está en el balcooón.
Una perra pá jabón, pá quitarme los churreeetes.
Pero quizás el
recuerdo más entrañable es para mí, sin duda, aquella noche de Reyes cuando,
tras la cabalgata, nos acostábamos muy pronto después de dejar los zapatos detrás
de la ventana, “no sea que los reyes vayan a venir y estéis despiertos y se
marchen sin dejar nada” nos decía mi madre. Digo mi madre porque mi padre no
estaba en casa. Y es que él junto con otro amigo y mi padrino se encontraban en
Casa Brotons disfrazándose de rey mago. De esa guisa alquilaban un coche de
caballos en la Alameda Cristina y se dedicaban a ir casa por casa de los 18
ahijados que tenía mi padrino, Antonio Barrones se llamaba. Creo que Antonio nació
para ser padrino, lo fue también de mis dos hermanas, y no de alguno de mis
hijos porque cuando nacieron ya al pobre le había tocado marcharse para siempre.
Pues bien, aquel alegre trío se pasaba toda la noche de reyes visitando las
casas de ahijados y amigos, despertando a los niños y entregándoles sus regalos
en la propia cama.
Pum, pum,
sonaba el llamador de la puerta. ¿Quién es? Somos los Reyes, se oía desde la
calle. Y nosotros que no habíamos podido conciliar el sueño hacíamos como que
dormíamos y nos tapábamos la cabeza. Ni que decir tiene cual era la sensación
que nos causaba aquella “visita real”. Habría que ver nuestros semblantes ante
aquellos magos, no sé si era una mezcla de ilusión y de miedo a la vez, que
sólo se desvanecía cuando los oíamos salir por la puerta y éramos dueños de todo
el tesoro. Como es natural y por descontado, en cada casa que “sus majestades” visitaban
siempre caían una o dos copitas de aguardiente para acompañar un pestiñito o un
polvorón, por lo que al terminar la “faena”, ya a las claras del día, la que “sus
majestades” llevaban encima podría ser de acera a acera, circunstancia de la
que no estaba excluido el cochero, que por descontado no se mantenía al margen
de las generosas invitaciones. Mi padre, al que siempre le tocaba ir de rey negro,
frecuentemente recordaba aquello como los mejores momentos de su vida, y yo los
guardo en lo más profundo de ese lugar del corazón donde se conservan los
recuerdos más queridos.
Hoy, cuando
veo esos muñecos gordinflones de barba blanca, vestidos de rojo con los que
algunos pretenden sustituir nuestra ancestral tradición y que por descontado
gozan de todos mis respetos, pienso que los que todavía seguimos creyendo en
los Reyes Magos de Oriente somos unos afortunados.
Antonio Mariscal Trujillo
Publicado en mi sección "Jerez en el recuerdo" de Diario de Jerez el día 5/1/2015
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