Estos días el
Instituto de Enseñanza Secundaria Santa Isabel de Hungría celebra sus bodas de
plata como centro docente. Los jóvenes alumnos que allí cursan sus estudios
posiblemente nunca se hayan parado a pensar que una vez su gran patio, su regia
escalera y los viejos muros que aún se conservan del antiguo monasterio de la
Merced fueron antaño mudos testigos de una buena parte de la historia de Jerez.
Una historia de de enfermedades, de sufrimiento, de dolor, de llanto y muchas
veces de muerte. También, cómo no, de asistencia ejemplar, de éxitos médicos,
de curaciones y de gozosos nacimientos. Por ello sería conveniente dar un
repaso a su historia aunque sea de forma concisa.
Su
puesta en marcha
Tras varias y
terribles epidemias de Fiebre Amarilla y Cólera Morbo que afligieron a nuestra
ciudad llevándose a la tumba a miles de ciudadanos, por fin, el 26 de
septiembre del año 1841 tras varios meses de obras de acondicionamiento fue
abierto el nuevo Hospital Municipal de Jerez para la asistencia exclusiva de
hombres, ampliándose cinco años más tarde para mujeres. Denominado de la
Merced, al estar ubicado en las dependencias que fueran convento de los Padres
Mercedarios, propiedad que era del
Municipio desde 1835 a resultas de la Desamortización de Mendizábal. Hemos de
decir que, con la apertura de dicho establecimiento hospitalario es superado en
nuestra ciudad el concepto de hospital de caridad dependiente de asociaciones
piadosas imperante desde tiempo inmemorial, para convertirse en derecho
ciudadano al ser sostenido con los fondos públicos del Ayuntamiento y del
Estado. Por razones lógicas del espacio disponible en esta sección me van a
permitir saltar todo un siglo en su historia para situarnos en los años que
siguieron a la Guerra Civil española.
La
lucha antituberculosa
La mayor plaga
sanitaria en aquellos tiempos era sin duda la tuberculosis, la cual a veces se
cebaba en familias enteras. Agravada por la miseria y las malas condiciones
higiénicas, obliga a las autoridades locales de 1937, tras las órdenes recibidas por parte del Gobierno
Civil de Cádiz, a crear en Jerez el denominado Patronato Nacional
Antituberculoso a fin de luchar contra la alarmante propagación del bacilo y
prestar asistencia a los afectados. Se crea para ello un Dispensario
Antituberculoso, el cual en un principio se establece en la plaza del Carbón
para luego trasladarse al nº 1 de la plaza de Santa Isabel, nombrándose director del mismo al Dr. Juan
Vega y López Soldado. En el mismo edificio se instala además otro dispensario:
el Antivenéreo, que junto al
Antipalúdico de la calle Lechugas ayudarán a luchar contra estos males.
De esa manera se intenta dar respuesta a
los tres mayores problemas sanitarios que azotaban a nuestra ciudad.
Los
penosos años de la posguerra
Por lo que
respecta al Hospital Municipal fueron muy penosos en los tiempos de la
posguerra. Del triste panorama de hambre, miseria y desolación que envolvió a nuestro
país no se libró este centro. Algunas personas que allí trabajaron en aquellos
años y a las que llegamos a conocer fueron testigos de aquel sombrío panorama
sanitario. Salas abarrotadas de enfermos graves con escasísimos medios para
atenderlos. Faltaba comida, faltaban medicamentos, faltaba instrumental,
faltaba jabón, apósitos, desinfectantes; faltaba de casi todo. Por decenas se
podían contar los pobres desgraciados que aquellos aciagos días llegaban a las
puertas del Hospital desnutridos y moribundos, víctimas de disentería, tifus
exantemático, tisis, escorbuto, infecciones y otras muchas enfermedades propias
de la carestía y la pobreza imperante.
Hacia
un hospital moderno
En 1948, nueve años después de acabar la
guerra, se inicia la última etapa en la vida de nuestro viejo hospital. Como
decíamos antes, los años de la posguerra
y sus secuelas de hambre y enfermedades habían creado una situación que se
transformó en caótica por falta de recursos. Por ello, la Comisión de
Beneficencia Municipal decide acometer una profunda reforma en aquel centro
hospitalario. Se procede a elaborar un nuevo reglamento interno y a dotar al
centro de mejores recursos económicos. Los cambios que se operan son muy
profundos y a la vez novedosos, tanto es así que se mantuvieron inalterables
hasta su cierre un cuarto de siglo después. Se nombra entonces a un
administrador con categoría de funcionario municipal, cargo que recayó sobre el
Sr. Segismundo Sañudo Romano, el cual
ejercerá además como jefe de personal. A las monjas de la Caridad se les exige
formación sanitaria, estableciéndose un servicio médico de guardia. Se
organizan, además, turnos y horarios de visitas para familiares regulados por
pases y tarjetas, y se reorganizan los servicios de Medicina Interna, Cirugía,
Toco-ginecología, Pediatría, Urología, Radiología, Anestesia y Transfusiones.
Al objeto de
superar el alarmante deterioro que el edificio y su mobiliario habían sufrido durante
los años anteriores, en 1954 se realizan una serie de mejoras que son
calificadas como “trascendentales”. Se procede por tanto a montar una nueva y
moderna cocina en la que se invierte la nada despreciable cifra de 500.000
pesetas. Se reforma la lavandería con nueva maquinaria que garantiza la
desinfección de toda la ropa lavada. Se renuevan colchones, pijamas, sábanas,
batas y mantas. Se amplía el departamento de mujeres y se mejora la sala de
niños. Se pintan todas las dependencias y se procede a la instalación de una
central de amplificación con un micrófono, un receptor y 22 altavoces
repartidos por todo el centro así como una centralita telefónica.
En cuanto a su capacidad,
el hospital contaba con
casi doscientas camas repartidas entre los servicios de Medicina Interna,
Cirugía, Oftalmología, Urología, Toco-ginecología, Radiología y Pediatría.
Por ese tiempo accede al cargo de Farmacéutico Municipal el Ldo. D. Lorenzo
Alonso quien sustituye a D. Eduardo Ballesteros. Como hemos podido ver, y con
todas las limitaciones de su tiempo, ya queda planteado el concepto de un
hospital que podemos calificar como moderno para su época. Ese mismo año de 1954 fueron 55.744 las
estancias benéficas y 8.164 las de pago, con una ocupación media diaria de 175
camas. Los gastos para el Ayuntamiento en este período fueron de 2.391.241
pesetas y los ingresos de 357.241, 00. Lo que nos da una diferencia de
2.034.107 pesetas, que era lo que el Hospital le costaba anualmente al
Ayuntamiento, cifra muy respetable para dicha época (*).
Ocaso y cierre
En 1968 tras la apertura de la nueva
Residencia Sanitaria “General Primo de Rivera” en la carretera de circunvalación,
llega el ocaso del Hospital de Santa
Isabel, el cual pierde la hospitalización de los enfermos de la Seguridad
Social y, por ende, la práctica totalidad de sus ingresos económicos que ya en
aquel tiempo era la mayor fuente del centro. El Hospital de
Santa Isabel
queda entonces sólo para la hospitalización militar y la de Beneficencia, por
lo que su mantenimiento se hace insostenible para el Ayuntamiento. Ello hace al
entonces alcalde Miguel Primo de Rivera plantearse de forma muy seria el cierre
definitivo del hospital. Esta intención que no llegaría
a materializarse hasta 1972, fecha en la que un derrumbe precipitó su cierre.
A título anecdótico comentar que el último
concierto de nuestro viejo Hospital Municipal con la Seguridad
Social estaba estipulado al precio de 125 pesetas por cama y día, estuviesen o
no ocupadas (que siempre lo estaban). A pesar de ello,
y teniendo en
cuenta que en aquella época el salario mínimo interprofesional no llegaba a las
doscientas pesetas diarias, nos puede dar una idea de las
estrecheces económicas con las que funcionaba el centro, sobre todo si la
comparamos con los casi seiscientos euros de coste por enfermo y día del
actual Hospital General de de Jerez.
Los
tiempos cambiaron y la sanidad también cambió afortunadamente para todos.
Ahora, cuando contemplamos las modernas y avanzadas instalaciones, el personal
especializado, los medios, la avanzada maquinaria y los servicios de nuestro
Hospital de la Seguridad Social, no podemos por menos que recordar aquel
vetusto y benemérito Hospital Municipal de
Santa Isabel de Hungría.
Antonio
Mariscal Trujillo
(*) Fuente: A.H.M.J.
Memoria de la
Beneficencia , año de 1954. Expediente 27.307, legajo 146
Fotos: Archivo de Segismundo Sañudo
Romano por gentileza de Francisco Domouso, archivo A. Mariscal y Archivo
Histórico Municipal de Jerez (A.H.M.J.)
Publicado en Diario de Jerez el 1 de diciembre de 2014
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