Hace poco más de sesenta años y, coincidiendo con
la llegada a Jerez del Hermano Eleuterio José como nuevo director de la Escuela
de San José de la Porvera, iniciaría su prolífica andadura el colegio que hoy
conocemos como La Salle-Buen Pastor.
Pero repasemos un poco su historia.
Sabido es que los primeros hermanos de la Congregación Lasaliana llegaron a
Jerez en el año 1882 bajo los auspicios del acaudalado bodeguero Pedro Domecq
Loustau, fundando su colegio en la plaza de Benavente esquina a Basurto. Siete
años más tarde, en 1889, fundan otro
colegio, esta vez en el barrio del Mundo Nuevo con el nombre de Sagrado
Corazón. Finalmente y por iniciativa del filántropo Francisco Díez y Pérez de
Muñoz abren otro centro docente en la calle Antona de Dios, en el lugar que anteriormente habían ocupado las
bodegas Rivero. En todos estos centros, sostenidos por determinadas personas y
entidades de la ciudad muy especialmente por las Bodegas Domecq, se impartían
clases de forma gratuita. Por aquellos tiempos la enseñanza pública no
alcanzaba ni a la mitad de los niños de nuestra ciudad.
El que esto escribe había llegado a
la Escuela de San José de la Porvera a los siete años de edad, pasando durante
tres cursos por las clases de D. José Lebrato, D. Luis Romero y D. Camilo del
Caso. Poco antes de comenzar el curso 1954-55 los Hermanos decidieron fundar su
cuarto colegio en Jerez. En esta ocasión, y al contrario que los otros tres
centros docentes que poseían, éste no habría de ser gratuito sino que estaría sostenido por las cuotas mensuales de
los propios alumnos. Los estudios que en este nuevo centro se habrían de
impartir serían los de Comercio, desde peritaje a profesorado Mercantil. De
esta manera en dos aulas de la planta baja de aquel edificio de la Porvera
comenzaron las clases para los cursos de Ingreso y Primero de Comercio. Y como
uno de esos primeros alumnos comencé allí mis estudios, unos estudios denominados
por libre, en los que los alumnos tenían que pasar los exámenes al final del
curso en la Escuela Profesional de Comercio para obtener las notas oficiales.
Así las cosas, unas nuevas leyes de educación que fueron promulgadas por
aquellos tiempos preveían en adelante el bachiller para cualquier carrera
universitaria. Hasta entonces muchas de las carreras de grado medio, que hoy
llamamos diplomaturas, se podían cursar directamente sin bachiller. Por ejemplo
los de Comercio, Peritaje Industrial o Enfermería, estos últimos sólo
necesitaban aprobar Fisiología e Higiene de tercero de bachiller para poder
acceder a la escuela de Practicantes de la Facultad de Medicina.
A la vista de esta nueva situación
los Hermanos decidieron cambiar el rumbo y dedicar el colegio a los estudios de
bachillerato que, como muchos
recordarán, eran siete años, cuatro del
Elemental y tres del Superior. Por esta causa, aquel verano de 1955, todos los
del primer curso del nuevo Colegio de La Salle tuvimos clase diaria para en septiembre
examinarnos del primer curso de bachiller en el Instituto P. Luis Coloma y así
comenzar el curso 55-56 ya en segundo.
Llegado el mes de septiembre el
nuevo colegio se trasladó desde la Escuela de San José a la Alameda Cristina,
edificio que había sido Instituto de Enseñanza Media el cual ocupaba ya sus
nuevas instalaciones en la Avenida Álvaro Domecq. En Cristina nuestro colegio
compartió casa aquel primer año con la Delegación de Hacienda que ocupaba la
planta alta. Un centro docente cuyo único equipamiento deportivo era una red en
medio del patio para jugar en los recreos al balón bolea, balón que de vez en
cuando se escapaba y rompía algún que otro cristal.
Y así comenzó la historia de aquel cuarto colegio
regentado por los Hermanos de la Salle en nuestra ciudad. Nuestra primera
promoción fue avanzando en cursos y detrás vinieron numerosos alumnos en los
cursos posteriores. Creo que ninguno de nosotros hemos podido olvidar a los beneméritos
profesores que tuvimos, como fueron: Camilo del Caso, Juan Zapata, Hermano
Teodosio, Hermano Gregorio, Hermano Luciano nuestro tutor, o el Hermano
Eleuterio José director del centro.
Aquellos profesores no sólo nos enseñaron
matemáticas, historia, literatura, geografía o ciencias, sino que nos enseñaron
a conocer la vida en rectitud, sentimientos, honradez y trabajo con los que poder
llenar esos vasos vacíos e intangibles que todo ser humano posee desde que
tiene uso de razón los cuales se van llenando a los largo de la vida. En definitiva nos enseñaron a ser personas.
Jamás se nos olvidarán aquellas meditaciones lasalianas antes de iniciar las
clases en cada mañana. “Nunca seáis
sepulcros blanqueados, blancos por fuera y llenos de podredumbre en el
interior”. “Haced las cosas, pero hacedlas siempre bien, hasta el final, hasta
último kilómetro”. “Que nunca
prevalezca en vuestras vidas el verbo tener sobre el verbo ser”
En nuestro colegio no se necesitaban citas para “tutorías” con los
padres como hoy, sino que cada domingo y tras la misa en San Juan de Letrán, en
la que por cierto, nuestro coro cantaba como los propios ángeles, los padres
departían con los profesores sobre la marcha de sus hijos. Esto junto con las
notas semanales que llevábamos a casa hacía que en todo momento progenitores y
profesores estuviesen al tanto en lo referente a la formación y comportamiento
de los alumnos. Unos tiempos que yo recuerdo felices y que siempre llevaré
grabado en ese lugar de la memoria donde se almacenan los más dulces momentos
de la vida.
Y es que llegamos al colegio siendo niños y salimos ya
hombres. Pero como todo, aquel período de la vida acabó y llegó el momento de separarnos,
y cada uno de nosotros emprendió su nuevo camino. Muchos siguieron estudios
universitarios o profesionales y con el tiempo llegaron a ser prestigiosos
ingenieros, arquitectos, médicos, economistas, químicos o abogados. Incluso algunos
de nuestra clase alcanzaron a ocupar
puestos de profesores en las Universidades
de Cádiz, Sevilla o Barcelona.
Antonio
Mariscal Trujillo
Publicado en Diario de Jerez el 3 de julio de 2015 en mi sección "Jerez en el recuerdo"
Precioso el artículo Antonio. La verdad es que fué muy emocionante la reunión de los 40 años, en la que os hice llorar a moco tendido.
ResponderEliminarLa verdad es que, intenté sin éxito que volvieramos a reunirnos en el 2010, que se cumplian los 50 de haber acabado.
Nos quedan 4 meses de 2015, para organizar los 60 de haber comenzado.
Ahí tienes el reto
Me he enterado ahora mismo que Don Camilo fallecio. Mi pena pr su muerte no es superior a mi agradecimiento or su magisterio. Descanse en paz.
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