Encajado entre las
calles Rosario, Larga, Honda y Arcos hasta donde se alza la capilla de los Desamparados, se
extiende el recoleto y coquetón barrio de San Pedro. Un arrabal en tiempos perteneciente a la collación de
San Miguel y que podríamos dividirlo a su vez en tres zonas diferenciadas como son: las Atarazanas, que comprende
las calles en torno a la plaza de San Andrés; la Albarizuela propiamente dicha,
de construcciones populares y casas de
vecindad con la ante citada la capilla de los Desamparados como edificio más
singular, levantado a expensas de la histórica familia de los
Villacreces en 1649; y por último la de San Pedro, vertebrada en torno a la
calle Bizcocheros, de buenas y aburguesadas construcciones que en su mayoría
denotan un acomodado nivel de sus habitantes. Todo es hoy un céntrico y
evocador barrio en el que a pesar
de su antigüedad, ya que surge en tiempos de la conquista de Granada, cuando fue expulsada la población judía de
nuestra ciudad y cuya comunidad era propietaria de la mayor parte de los terrenos que
hoy ocupa este barrio. En el mismo podemos
apreciar cómo sus calles no heredan el trazado islámico de calles tortuosas propio
de las del interior del recinto amurallado, como ocurre en buena parte con el
de San Miguel, sino que en su mayoría estas calles son rectas y paralelas,
dando la impresión de haber sido trazadas con regla y cartabón muy al estilo
colonial.
Ello tiene una explicación, y es que en el siglo
XVII este barrio llegó a quedar abandonado y casi deshabitado, arruinándose por
ello muchas de sus edificaciones. La alarmante despoblación que sufrió Jerez en
aquel siglo debido a las epidemias y, posiblemente, a la masiva emigración a
tierras americanas hizo mella en el mismo. Un siglo más tarde la zona comenzó a
recuperarse con nueva edificaciones y vecinos, de ahí su aspecto propio del
siglo XVIII.
Muchas de sus calles llevan el
nombre de personajes que en ellas vivieron, Recordemos en este sentido la calle
de las Naranjas, hermanas conocidas popularmente como las beatas Naranjas hijas
de un tal Pedro Naranjo, señoritas muy piadosas y solteras ellas, y al parecer,
no muy bien tratadas por la naturaleza en cuanto a belleza se refiere. O la de Antona
de Dios, virtuosa y caritativa dama que toma el cognomen “De Dios” por haber
hecho votos de castidad convenido con su esposo, un tal Juan Rodríguez y que
por tanto no tuvo hijos. El hijodalgo Juan Caracuel o un tal Ruy López, este
último afamado médico-sangrador del siglo XVI que poseía un magnífico Palomar.
No olvidemos a Gaspar Fernández, al que sus vecinos quisieron homenajear
dedicándole esa calle por las fiestas con las que dotó al barrio. Calle de los Morenos,
por los seis hijos de un tal Gonzalo Moreno que habitaron en ese lugar en el
siglo XVI. Y qué decir de Gómez Carrillo, aquel héroe del Alcázar jerezano que
luchando valientemente frente a los moros sublevados, en las almenas del
Alcázar se defendió con tal coraje y resistencia que tuvieron que reducirlo con
garfios. O ese señor Don Juan, que no era el célebre de la obra de José
Zorrilla, sino don Juan Ponce de León, propietario de todas esas tierras llamadas
de la Albarizuela antes de que existiera alguna edificación por aquellos
contornos. O Álvar Núñez, descubridor de la Florida y primer hombre blanco que
pisó el territorio de lo que con el tiempo serían los Estados Unidos y que dio
nombre a la calle Arcos durante más de un siglo.
Pasando del nomenclátor callejero emanado
de tiempos lejanos, vayamos a épocas más cercanas para evocar otros personajes que
nacieron o vivieron en este barrio, tales fueron José Camacho Gómez, excelente pintor costumbrista del siglo XIX que
destacó por sus inigualables lienzos de bodegones y flores. El Dr. Vicente Florán Vélaz de Medrano,
prestigioso odontólogo que ostentó el título nobiliario de marqués de
Tabuérniga. El ínclito periodista Manolo
Liaño que durante tantos años nos deleitó e informó en los diarios Ayer, la
Voz del Sur y Diario de Jerez; el ex
alcalde Pedro Pacheco Herrera, el genial
dibujante y caricaturista Sebastián Moya
“Cachirulo”; el joven mártir tradicionalista Antonio Molle Lazo, torturado salvajemente y asesinado en Peñaflor
por no renegar de su fe; Clara Monte
Malvido, abuela del que fuera presidente de Cataluña Pascual Maragall; o Manolo Sevilla, fotógrafo y excepcional
cantaor. Tampoco podemos dejar de nombrar a esas destacadas familias jerezanas como la de Ricardo Ivison del Arco, prestigioso comerciante
de vinos. O las de Belmonte García
Fernández y la de García Barroso,
estas últimas relacionadas con el mundo ganadero y de la tauromaquia.
Pero
qué decir de Antonio
Gallardo Molina, gran poeta y compositor
nacido en el número 23 de la calle Antona de Dios, autor de varios libros
líricos como La Pasión según Jerez, Luna
de Nisán, Apenas yo o La Berajah del Cante; de
varias obras de teatro como El
Anuncio, Noches de luna nueva, El público o Los
novatos, así como de una larga lista de villancicos jerezanos.
Composiciones como Tu carita divina, La hojita verde, A la rosa y el clavel o Al
son de las panderetas. Autor también de más de setecientos temas musicales
que fueron interpretados por artistas de la talla de La Paquera, Chiquetete,
Manolo Caracol, Lola Flores o José Mercé. O Carmen Carriedo Soto, “María
de Xerez” para el mundo de las letras, fallecida en 1956 y que en la calle
Bizcocheros vivió y escribió inigualables y galardonadas novelas como cómo: La
niña azul, Desertar, En la aldea, El castillo de Nichopa,
El ciego de San Francisco, Cantabria invicta o En plena epopeya.
Un personaje singular y
polifacético donde los hubiere fue el doctor Francisco Paz Genero nacido en calle Naranjas. Especialista en
radiología y jefe del servicio de esta especialidad en el Hospital de la
Seguridad Social de Jerez desde su inauguración. Fue elegido concejal del
Ayuntamiento por el tercio de representación familiar en 1955, llevando la
tenencia de alcaldía de Fiestas y Solemnidades durante más de doce años,
prestando siempre un incondicional apoyo a la cultura local y a sus
tradiciones. Fue presidente del Xerez Club Deportivo en la temporada 63-64,
dándose la paradoja, debido a la rivalidad entre los dos equipos locales, de
ser también presidente de honor del Jerez Industrial C.F. A principios de los
años 80 y coincidiendo con su jubilación le fue concedida la Medalla al Mérito
en el Trabajo
También el ámbito de la medicina también
es preciso evocar muy especialmente al recordado y benemérito doctor Juan Carlos Durán Viaña nacido en la
calle Honda. Un personaje cuyo nombre figura escrito con letras imborrables en
el corazón de todos aquellos que tuvieron la fortuna de conocerlo. Su enorme
prestigio profesional, su carácter afable, su gran humanidad, su vida dedicada
por entero al que sufre, en una entrega casi sacerdotal siempre unida a su
inagotable capacidad de trabajo y su amor al prójimo, llevado hasta la más alta
cota del altruismo. O un hermano de éste por parte de padre, nada menos que el
ilustre aviador Juan Manuel Durán
González, tripulante del hidroavión Plus Ultra en el histórico primer vuelo
transoceánico de la historia entre Palos de la Frontera y Buenos Aires,
fallecido trágicamente en 1926 sobre el puerto de Barcelona en un fatal
accidente aéreo cuando contaba solamente 27 años de edad.
También en este barrio de San Pedro,
concretamente en calle Naranjas, vino al mundo en 1904 el científico y político
Manuel Lora Tamayo. Químico, Farmacéutico,
Ministro de Educación, director del Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, catedrático de la Universidad Complutense, director del Centro
Nacional de Química Orgánica, presidente del Instituto de España, académico de
Farmacia y Presidente de la Real
Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
Y vamos a terminar con una brevísima
semblanza de uno de nuestros más ilustres paisanos del siglo XIX y principios
del XX, tal fue sin lugar a dudas Sebastián
Herrero y Espinosa de los Monteros. Jurista, autor dramático, poeta y
sacerdote de vocación tardía, el mismo que fuera conocido por la historia como
el Cardenal Herrero. Nació en la
calle Bizcocheros nº 3 el 20 de marzo de 1822 donde discurrió su infancia y
adolescencia. En 1856, cuando ocupaba la plaza de Juez en Morón de la Frontera,
se desató una terrible epidemia de cólera que llevó a la tumba a sus mejores
amigos. Ello le hizo cambiar su concepción de la vida, por lo que decidió
abandonar su carrera e ingresar en el seminario de Cádiz para posteriormente ordenarse
como sacerdote. Llegando a ocupar las sillas episcopales de Cuenca, Victoria
Oviedo y Córdoba, siendo nombrado Arzobispo de Valencia en 1898 y elevado a la
dignidad de Cardenal, en cuya sede falleció en 1903 tras haber asistido al
Cónclave donde fue elegido el Papa Pío X.
Y hasta aquí el breve paseo por ese
encantador y querido barrio de San Pedro, testigo mudo de los mejores e
inolvidables años de la adolescencia y juventud del que esto escribe. Un paseo
realizado de la mano de sus personajes, pues no cabe la menor duda que las
ciudades, sus barrios y sus calles no las hacen las piedras del pavimento, ni
sus edificios notables, ni siquiera sus monumentos, las hacen sobre todo su
gente. Y es esa gente que tuvo la fortuna de nacer, vivir, jugar, trabajar o
morir en este entrañable pedazo del corazón de Jerez, son los que a través de
estas líneas he querido traer a la memoria y rendir nuestro modesto homenaje,
porque ellos han formado parte de la historia viva de ese apacible rincón de
nuestra ciudad popularmente conocido como La Albarizuela.
Antonio
Mariscal Trujillo
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