Magnífico reportaje relizado por Fernando Tenorio
https://www.youtube.com/watch?v=C68JWrPJmHg&feature=youtu.be&fbclid=IwAR3Q3byCWlR-lT4zyOzX29tk9b9jwCy_hgSBXeEIy1ugOJzIaw96GeyLcrY
BIENVENIDOS A MI BLOG
En esta página encontrarás evocadoras fotografías antiguas procedentes de mi archivo particular, así como otras actuales de las que soy autor. También vídeos, artículos, curiosidades y otros trabajos relacionados con la historia de Jerez de la Frontera (Spain), e información sobre los libros que hasta ahora tengo editados.
In this page you will find evocative ancient photographies proceeding, as well as different current of my file particular of that I am an author. Also videoes and articles related to the history of Jerez (Spain) and information about the books that till now I have published
No están reservados los derechos de autor. Puedes copiar lo que quieras, aunque es preceptivo citar la fuente.
No rights reserved copyrights, you can copy anything you want just by citing the source
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Carta a un tataranieto del siglo XXII
Mi querido tataranieto: Albergo
serias dudas que esta misiva llegue hasta ti; porque escribir algo con la
esperanza que lo leas dentro de ochenta o noventa años es lo mismo que meterlo dentro
de una botella y lanzarla al mar. Pero ante la remota posibilidad que las aguas
de los océanos del tiempo conduzcan la botella hacia ti he decidido afanarme en
la tarea de escribirla.
Calculo por la edad que en estos
tiempos la gente se casa o se junta y el que también tardan en decidirse a ser padres, que posiblemente
puedas nacer alrededor del año 2100. Como no creo que te pique la curiosidad de
leerlas antes de que cumplas los veinte, será allá por el 2120 cuando este
escrito llegue tus manos. Claro, eso es si tus padres, abuelos o bisabuelos no
lo han tirado a la basura o desaparece en alguna mudanza.
También puede ser que el exponencial
crecimiento de la población mundial, su consumismo desmedido, sus detritus o su
armamento nuclear, logren que la humanidad desaparezca de la faz de la tierra o
retorne a la edad de piedra, y entonces no tengas la oportunidad de nacer. Pero
en fin, confío que eso no ocurra y que las generaciones que seguirán a la mía sean
más inteligentes poniendo “pies en pared”. A lo mejor hasta es posible que en
tu tiempo el hombre ya haya colonizado Marte y acaso esté camino de Júpiter.
No sé si serás hombre o mujer, o quizás en tu
tiempo este concepto tan divertido de los dos sexos opuestos haya sido
superado, espero que no ocurra; aunque mucho me temo que tal como estoy viendo
las cosas…, ya veremos. Lo digo porque si acaso se llega a imponer esa ideología
que llaman “de género” y la misma es llevada hasta sus límites más extremos,
ello quizás pueda acabar con la armonía y la atracción que ha reinado entre
ambos sexos para convertirla en rechazo y animadversión de unos hacia otros. Ya
hay mujeres que dicen que la igualdad total no llegará hasta que los hombres
puedan concebir en sus vientres. También hay hombres que estarían dispuestos a demandar judicialmente
al mismísimo Creador por no permitirlo. Claro que es posible que en tu época
todo eso haya sido superado y los embarazos se hagan en incubadoras
industriales a partir de clonaciones en tubos de ensayo. Así de esa manera la
igualdad puede que sea total, consiguiéndola hasta en lo físico: los mismos
rostros, los mismos ojos, el mismo color de pelo, la misma estatura; y además
de género neutro para que no haya problemas. Algo así como fotocopias fabricadas
en serie. También, si por casualidad llega ese momento, no es descabellado
pensar que el sexo tengáis que practicarlo con dispositivos de realidad
virtual.
Te llamaré tataranieto terminado en
o, porque según la gramática española, que está muy lejos de ser la que usan
políticos y periodistas, englobo así los dos géneros. De todas maneras si eres
mujer y quieres cambiarlo, lo tienes muy fácil, pues con sólo darle la orden a
tu computadora o dispositivo móvil puedes sustituir el masculino de las
palabras que desees por el femenino, en décimas de segundo lo habrás conseguido.
Otra cosa: puede que hayas tenido la
suerte de nacer en Andalucía; aunque con eso de la globalización a lo mejor ni
siquiera hayas nacido en Europa. Puede que seas americano, africano,
australiano, chino, japonés, hindú o marciano ¡quién puede saberlo!. Por ello
pensé en principio dejarte una copia en inglés. Luego me dije que es posible
dentro de un siglo que el español sea el idioma más universal. O porqué no, al
igual que hace unos años se ha puesto en circulación el euro como moneda común
en los países de la Unión Europea, puede que en tus tiempos se haya
desempolvado e impuesto aquella ilusión de finales del siglo XIX llamada
Esperanto, y, para bien de la humanidad, todos
podáis entenderos en un solo idioma común, con la ventaja adicional que
así nadie podrá utilizar su lengua como arma ofensiva en nacionalismos
trasnochados. Por ello no me tomaré el trabajo de traducir. De todas maneras no
creo que tengas más complicación para leer estas páginas que darle la orden a
tu computadora y te lo pondrá en el idioma que prefieras.
Al escribirte esta carta sólo
pretendo comunicarme contigo desde el pasado. Pienso te gustará, como a mí me
hubiese gustado recibir algo parecido que me hubiese enviado allá por los
tiempos de Isabel II uno de mis ancestros. Por cierto, creo que no procedería publicar esta
misiva o acaso venderla por pocas pesetas, euros, rupias, dólares, bitcoins o
lo que sea. Sólo en el supuesto que algún coleccionista, periódico digital, revista
virtual o televisión interplanetaria tengan interés y lo te pague bien, lo
vendes.
Como dudo que tus bisabuelos (mis
hijos) tengan interés en leer estos recuerdos salidos de ese lugar de la memoria donde se conservan las
vivencias del pasado y que forman parte de la propia existencia, he puesto esta
carta dentro de un sobre lacrado, para así picar su curiosidad. Seguro que
romperán el precinto para ver que contiene y así puede que lo conserven y transmitan.
Si tienes paciencia y lees hasta el
final, quizás descubras algo de interés en la vida y en el tiempo que le tocó
vivir a este ancestro, que nació y habitó durante gran parte del siglo XX y no
sé cuantos años del siguiente. Cosa que ocurrió en una bonita y alegre ciudad
de la baja Andalucía, donde se criaban buenos vinos y mejores caballos llamada
Jerez de la Frontera, en la que quiero se guarden mis cenizas. Y con dicho
ánimo hoy día 17 de noviembre, festividad de Santa Isabel de Hungría, del año
2018 de nuestro Señor Jesucristo, comienzo a escribir estas memorias que pueden
diferir muy poco de las cualquier otro ciudadano que haya vivido en el mismo
tiempo y lugar que yo lo hice.
Nota:
Lo que sigue quedó ilegible como
consecuencia de una inundación.
Villa del Duque
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Foto: A Mariscal |
Hace algunos años junto a dos expertos en las lides
turísticas como son Antonio Arcas y mi hijo Antonio, fuimos invitados por su
director a visitar las Bodegas Valdivia establecidas en “Villa del Duque” en
Picadueñas. Se trataba de visionar y dar nuestra opinión sobre un espectáculo
multimedia denominado “Los duendes de Jerez” que dicha firma acababa de montar
en una de las dependencias bodegueras.
La
verdad es que nuestro asombro no tenía límites al contemplar aquellos
maravillosos liliputienses muy afanados en su trabajo y en sus cantes que
parecían tener vida propia y, cómo, por arte de magia nos convertían en
Gulliveres. Quedamos hechizados al contemplar aquel derroche de imaginación y
arte virtual. Entonces supe que un tal Sr. Valdivia, industrial murciano, era
el propietario de aquellas instalaciones. Dicho señor las había adquirido,
entonces sin contenido, para establecer una nueva bodega y apostar fuertemente
por el denominado “enoturismo”. Sus naves se volvieron a llenar, después de
muchos años, con cientos de botas conteniendo magníficos vinos. Se había creado
a la vez en su interior un pequeño complejo hotelero dotado de todos los
servicios imaginables. Varias salas de
reuniones, restaurante, jardines y piscinas, así como ocho coquetonas suites
completaban esta nueva industria bodeguera con el ánimo de ofrecer a sus
potenciales visitantes algo único y distinto.
Aquella visita
no sólo deleitó nuestros sentidos, sino que hizo alegrar nuestro ánimo al saber
que aquellas instalaciones abandonadas y vacías desde hacía muchos años, donde
se acunaron en otros tiempos uno de los mejores brandís de Jerez, ya no iban a
ser pasto de la piqueta para construir bloques de viviendas, cosa habitual en
las últimas décadas sobre los solares
que dejan tras su derribo las antaño catedrales del jerez.
Saboreando una
copa de exquisito amontillado, mi memoria se remontó a los tiempos de antes de
la expropiación de Rumasa, cuando aquel maravilloso complejo enclavado en el
cerro de Picadueñas, en la calle que lleva el nombre del siempre recordado
Zoilo Ruiz-Mateos, era el lugar emblemático de la división de vinos del holding
Rumasa. Aunque no llegué a conocer “Villa del Duque” antes de 1983, mis
referencias son que todo aquel que allí llegaba quedaba prendado del exquisito
gusto que ornaba todos sus rincones y la manera de cómo era atendido. Por allí
pasaron personalidades del mundo de la cultura, de las ciencias, de la
política, del arte, de las letras, del comercio y de las finanzas, así como los
más importantes clientes de la empresa. Las recepciones y agasajos que allí se
ofrecieron dejaron siempre muy en alto el pabellón de Jerez, su nobleza y su
hospitalidad.
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Foto: Ftenorio |
Da tristeza
ver cómo muchos de los que recibieron ese gran tesoro de siglos, contenidos en
mágicas botas de roble, no hayan sabido o podido continuar el camino de
trabajo, progreso y de riqueza que un día emprendieron sus ancestros. También
causa tristeza cuando vemos esas enormes catedrales que fueron del vino hoy convertidas
en supermercados como las antiguas de Garvey. O peor las que fueran de los Díez
frente a la Estación de ferrocarril, las de Valdespino en Divina Pastora o
Bobadilla en las inmediaciones de la Merced, estas últimas totalmente
abandonadas, expoliadas y amenazando ruina. Por ello muchos jerezanos nos
preguntamos: ¿Dónde quedó aquel orgullo que antaño paseó el nombre de Jerez por
el mundo entero?
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Foto A. Mariscal |
Ahora hemos de
regocijarnos porque los nuevos propietarios de Villa del Duque, la sociedad José
y Miguel Martín S.L., continúan la labor de conservar y mejorar este bellísimo trozo
del patrimonio bodeguero jerezano que es Villa del Duque.
Antonio
Mariscal Trujillo
Don Ceferino Jandilla, el médico de mi pueblo
Con un
cierto toque de humor y a veces conmovedor, esta novela costumbrista quiere ser
el retrato de una época de la medicina rural. De forma amena nos descubre
historias, anécdotas y costumbres en su mayor parte inspiradas en hechos reales
acaecidos en unos tiempos que ya se nos antojan lejanos. Hechos, anécdotas e historias que discurren alrededor
de la figura de un médico de pueblo llamado Ceferino Jandilla del Monte.
Personaje un tanto singular que ejerció su profesión en un blanco pueblo de la
serranía gaditana durante el período comprendido entre las décadas de los
cuarenta y ochenta del pasado siglo XX. Solterón convencido, de espíritu
bonachón y curioso por naturaleza, no se hizo médico por vocación, lo fue por una promesa.
A
través de los capítulos de esta novela, el lector podrá trasladarse a una época
en la que el ejercicio de la medicina rural era toda una hazaña. Ello nos
llevará a determinadas situaciones, unas
dramáticas, otras un tanto divertidas
y hasta sorprendentes, en la que no falta una peculiar historia de amor.
Disponible en librerías. Pedidos por internet a: https://www.agricolajerez.com/
Disponible en librerías. Pedidos por internet a: https://www.agricolajerez.com/
Sueños de un patio andaluz
Estampa de otros tiempos
Media docena de piezas de tela sobre
su hombro y un abultado talonario con cubiertas de hojalata en la mano era todo
el bagaje de un ambulante oficio: Ditero.
El hombre penetra bruscamente en una
casa. Antigua casa señorial de noble y acaudalada familia de terratenientes,
que un siglo atrás fuese vendida por herederos venidos a menos para ser
alquilada por habitaciones. Su patio principal aún delataba la huella de un
pasado esplendoroso. Viejos artesonados de madera en las galerías; en sus
paredes, entre múltiples desconchones, restos de lo que un día fuesen
bellísimos frescos. Una docena de hermosas columnas corintias de mármol blanco
sostenían otros tantos arcos de medio
punto, adornados éstos con profusas yeserías ya casi tapadas por infinitas capas
de cal. Todo en aquella casa daba fe de lo efímeras que son de las riquezas.
Casas de vecinos, patios andaluces,
centros de reunión, ocio, comadreo y folclore. Ágoras de implacable audiencia
donde se juzgaban actitudes comportamientos y pecados; pero también espacio
abierto a la solidaridad en caso necesario. Como mudo testigo de ese pequeño
universo, un viejo níspero rodeado de macetas con azucenas y geranios en el que
habitaba un camaleón.
A la puerta de la casa el
hombrecillo cargado con su mercancía al hombro se asoma y lanzando una gran voz
exclama: ¡el diteroooo!.
En pocos segundos y como soldados al
toque de fajina, media docena de mujeres bajan por la escalera de piedra roja.
El ditero suelta su pesada carga sobre una vieja silla de anea, y abriendo su
talonario anota cuidadosamente las monedas que cada una de las mujeres le va
entregando. Operación repetida cada día entre su modesta clientela por las distintas casas del barrio.
Terminada la diaria recaudación,
Manolín que así se llamaba el ditero, con habilidad pasmosa coge su mercancía y
la carga sobre el hombro con la misma rapidez que un soldado haría lo propio
con su fusil. En esto se oye la voz de una muchacha que desde el piso de arriba
exclama:
- ¡Manolín espera!
- ¡Manolín espera!
- ¿Qué quieres Carmela?
- Mira que he visto ese percal estampado y si me lo dejas
arregladito te compro cuatro metros.
- ¿A cuanto me lo vas a dejar?
- A dos duros el metro, contesta el ditero sin titubeo
- ¿A dos duros? ¡Que barbaridad, anda que no eres carero
ni ná! A lo mejor te has creído que yo soy la marquesa de la casa grande.
- Mira Carmelita, una tela como esta no la encuentras en
ninguna tienda por este dinero, y aunque así fuera, la tendrías que pagar con
el dinero en la mano, y a mí sabes que me la puedes pagar cuando quieras.
Carmela dejó volar su imaginación de adolescente y se vio por unos
momentos en al paseo de la Alameda con su vestido de percal estampado ajustando
su menudo talle. Este iba a ser el verano de su vida, el que tantas veces
soñara. Iba a encontrar el ansiado amor, su príncipe azul. Apuesto galante,
cariñoso, educado..., no uno de esos jóvenes incultos como los que vivían en su
calle. Su amor no sería un tipo vulgar como ellos, sería por lo menos
escribiente. Si de esos que trabajan en oficinas y van siempre con corbata y
cuello almidonado.
Todos sus sueños
desfilaron por unos instantes por su romántica cabecita, y extasiada quedó al
contemplar tras una nube blanca de algodón a un apuesto galán que, cogiéndola
de la mano, la invitaba a subir a una soberbia carroza la conduciría hasta una
preciosa capilla donde estaban preparados los desposorios.
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Diteros, foto: Carmelo Pérez Benítez |
El ditero a su vez,
mirando las flores dibujadas en la tela vio como entre ellas aparecía un
luminoso escaparate que decía: “Tejidos Manolín”. En el interior, un precioso
mostrador abarrotado de gente que compraban y pagaban al contado en una caja
registradora en la que se encontraba Carmela ya convertida en su esposa.
Carmela y Manolín
despertaron de sus sueños y aquellos cuatro metros de percal, con la llegada del
estío, hicieron realidad el afán de la niña y en el paseo de la Alameda su
escribiente encontró.
Cuatro años de noviazgo. Juventud de renuncias para formar hogar, y cada peseta invertida en ajuar. Piso en apartado barrio, boda de blanco en la Colegial. Convite, invitados, marcha nupcial, luna de miel en Granada, el sueño hecho realidad. Cinco hijos tuvieron a razón de uno anual.
Y los años pasaron, los
hijos crecieron, los sesenta Carmela cumplió trabajando hasta la extenuación.
Cocina, lava, plancha, friega...
El tiempo pasó
la belleza marchitó,
la sonrisa borró,
y las noches
quedaron sin amor.
Padres que un
día se fueron,
añoranza de
patios en flor.
Veranos en la Alameda,
bella melodía olvidó.
Noche andaluza estrellada,
luna que tal
vez menguó.
Bata de percal estampada,
breve cintura
guardó.
Manolín ya no
vocea en el portal,
ahora tiene tienda en la calle principal.
Escaparate
luminoso, tarjeta de
plástico para cobrar.
Ya no tiene
talonario con tapas de metal,
sólo espalda
dolorida, viejo de tanto luchar.
Cicatrices en el alma,
ilusiones de
amor perdidas,
caudales conquistó,
la felicidad
nunca halló.
Niña adolescente, hombre
trabajador,
que un día en un patio
soñaron con un futuro mejor.
Antonio Mariscal Trujillo
El viejo pino
Mi viejo
pino
Luego, cuando fui mayor, cada vez que
pasaba por allí me paraba bajo su sombra, aspiraba su aroma y, como por arte de
magia, aquel pino de la
Alameda me hacía volar hasta la niñez. Fue lo único que nunca
dejó de ser grande al crecer yo como diría Juan Ramón Jiménez
Pasó el tiempo, y un día aparecieron
por allí grandes máquinas y excavaron la tierra para construir un aparcamiento
subterráneo. Aquella infernal maquinaria arrancó sin piedad parte de las raíces
que alimentaban a mi pino, las demás, aprisionadas entre el hierro y el
hormigón, se quedaron sin tierra para alimentar al gigante y sin agua para
darle de beber. Así el pino de la
Alameda fue entrando en declive y muriendo en lenta agonía.
Comenzaron a secarse muchas de sus frondosas ramas que fueron cortadas para
evitar que cayeran al suelo. Un día comprobé, con gran dolor, cómo aquel
centenario árbol había desaparecido, lo habían talado sin piedad. La tristeza
que sentí fue infinita, como si me hubieran arrancado parte de mi alma, de mi
vida. Ya nunca más sentiré el perfume de mi viejo pino, y nunca más aromará mis
recuerdos, sólo quedaron allí las moradas flores de las jacarandas arrastradas
por el viento de levante.
Antonio Mariscal Trujillo
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