Posiblemente
sean muchos los que sepan que la populosa y comercial calle Doña Blanca de
Jerez debe su nombre a la desventurada reina doña Blanca de Borbón, esposa que
fuera del rey Pedro I el Cruel, la cual fue mandada asesinar por su esposo y
enterrada en la cercana iglesia de San Francisco. Pero quizás sean menos los
que conozcan la historia, por ello nos vamos a permitir ocuparnos de este
hecho.
Existen algunas divergencias sobre
la vida y el triste fin de aquella desgraciada reina que encontramos en las
distintas fuentes que tratan este tema. Hemos consultado diversas obras como: Historia de Jerez y de los reyes que la
dominaron del Padre Rallón, Monumentos
de Jerez de Grandallana, Historia de
Jerez de Adolfo de Castro, Crónica
del rey Don Pedro de López de Ayala, Historia
de Jerez de Bartolomé Gutiérrez o Historia
del Alcázar de Jerez de Fernando Monguió, así como algunos artículos de prensa histórica y de Wikipedia al
objeto de exponer aquí algunos apuntes que nos acerquen de forma clara y a la
vez concisa sobre este interesante hecho histórico sucedido en nuestra ciudad.
Casamiento y
reclusión
El rey Pedro I llamado el Cruel por
unos y el Justiciero por otros, nacido en 1334, fue hijo de Alfonso XI a quien
sucedió en 1350. En 1353 contrajo matrimonio con doña Blanca de Borbón y
Valois, una de las siete hijas del francés Duque de Borbón, a la cual abandonó
a los tres días de la boda entre gran escándalo de la Corte. Aunque no está
claro los motivos de este proceder, todo apunta a que el monarca después de
haber recibido una sustanciosa dote por parte del padre de la novia, seguía
estando enamorado y mantenía relaciones con doña Isabel de Padilla, al parecer
consentidas por el marido de ésta don Alfonso de Alburquerque.
Reseñan los historiadores que Doña
Blanca era mujer hermosa, blanca, rubia, esbelta, de buen donaire y con la
alegría y el candor de sus 18 años de edad. De nada le sirvió a aquel monarca
el pudor y candor de su joven esposa, dado que a los tres días la abandonó para
seguir sus amoríos con Isabel de Padilla, empeñándose en repudiar a su legítima
esposa recluyéndola en el Castillo de Arévalo donde comenzó su calvario. Por
defenderla públicamente el obispo de Segovia tuvo que exiliarse en Portugal.
Inútil fue la mediación del Papa, quien influenciado por el Cardenal de Bolonia
solicitó la libertad de la reina al rey don Pedro. Ello provocó que para mayor
seguridad ordenase que Doña Blanca fuese trasladada al Castillo de Sidueña,
conocido por dicha causa como Castillo de Doña Blanca. Tiempo más tarde la
reina sería recluida en el Alcázar de Jerez donde terminarían sus días.
Del cautiverio a
la muerte
Cuenta la historia que conociendo el
rey las censuras de los nobles de la corte y los romances que hacían los
escritores en contra del martirio que sufría Doña Blanca, encargó a su médico privado
que la envenenase, hecho al que se opuso el alcaide del Alcázar Diego Ortiz de
Zúñiga, el cual prefirió renunciar a su cargo antes de permitir tal villanía.
A la renuncia de Ortiz de Zúñiga fue
encomendada tan sucia misión al un nuevo alcaide, el ballestero Juan Pérez de Rebolledo,
el cual aceptó la misión sin el menor reparo. No se sabe de qué forma acabó
éste con la vida de Doña Blanca, si fue con alguna pócima, un golpe de maza,
apuñalada o cualquier otro procedimiento. Y aquella joven mujer, reina de
España, hija de Borbón y descendiente de los reyes de Francia dejó de existir
en el año 1361 a los 25 años de edad tras siete años de cautiverio.
Ni quito ni
pongo rey
Conocida en Francia la noticia del
triste final, salieron para España varios caballeros franceses con su gente sedienta
de venganza, entre ellos un hermano de la difunta, los cuales ingresaron en el
ejército de don Enrique de Trastamara, hermanastro de don Pedro al que
disputaba la corona. Entre estos caballeros figuraba el célebre Bertrand Du
Guesclin que en Montiel pronunció la
famosa frase: “Ni quito ni pongo rey sólo
ayudo a mi señor”, que
como es sabido fue la causa que la corona pasara a manos de Enrique II por la
muerte en aquel acto del rey don Pedro a manos de éste su hermanastro.
Cuando Jerez fue ocupado por
los partidarios del Trastamara, era
alguacil mayor de Jerez Alonso
Fernández de Valdespino, el cual, aunque en principio partidario de Don Pedro,
se pasó al bando de los enriquistas. Su primera acción fue retener
prisionero en su casa a Pérez de Rebolledo, capturado cuando huía hacia
Medina Sidonia, hasta su traslado
a Sevilla, donde sería ejecutado
como autor de la muerte de la
esposa de Pedro I, Doña Blanca de Borbón. El ballestero fue ajusticiado en
Sevilla, su cuerpo arrastrado por las calles y luego descuartizado. Hemos
encontrado una referencia en cuanto a que los restos de Rebolledo fueron
traídos a Jerez por su familia y enterrados en la capilla que llamaban de los
Picaños en San Marcos.
Epitafio en San Francisco
En cuanto a los restos de Doña
Blanca, fueron depositados en la capilla mayor del templo de San Francisco de
Jerez al lado del Evangelio. Y ello fue porque la reina había manifestado tal
deseo cuando desde los torreones del Alcázar veía dicha iglesia. Cuando los
Reyes Católicos visitaron Jerez en 1483, la reina Isabel ordenó se le diera
sepultura al pie del altar mayor y se le rindieran los honores de reina.
También ordenó poner una lápida de mármol con la siguiente inscripción:
“Consagrada
a Cristo Sumo Bienhechor y Todopoderoso Señor Nuestro, Doña Blanca Reina de la Españas , hija de Borbón
descendiente del ínclito linaje de los reyes de Francia, fue grandemente
hermosa de cuerpo y costumbres, mas prevaleciendo la manceba, fue muerta por
mandato del rey D. Pedro I el Cruel su marido. Año de Salud de 1361. Siendo
ella de 25 años de edad”.
Cuando
se reedificó el templo de San Francisco a finales del siglo XVIII, hay noticias
que los restos de Doña Blanca fueron depositados en una caja de cedro,
guardándose en la celda del prior. Con el advenimiento de la Primera República
en 1873, la caja de cedro fue depositada en el Archivo Municipal regresando al
convento de San Francisco el 24 de febrero del año siguiente, colocándose en
una pequeña cripta en el lado izquierdo del altar mayor.
La última
noticia sobre la existencia de la mencionada caja nos la aporta en 1910 el que
fuera archivero municipal Adolfo Rodríguez del Rivero, el cual dice que en esa
fecha bajó a la cripta junto al entonces alcalde, el marqués de Campo Real, y
allí estaba una desvencijada caja con los restos de aquella reina. Dentro de la
misma, cuenta, había una lata que contenía un pergamino imposible de tocar pues
se deshacía, dado su estado de descomposición. En cuanto a la lápida mandada a
grabar por la reina Isabel la Católica se encuentra actualmente adosada al muro de la parte izquierda de presbiterio.
¿Jerez o Medina Sidonia?
Para
terminar diremos que existen divergencias sobre el lugar donde fue asesinada
esta reina, pues algunos historiadores sitúan el hecho en un torreón de la
muralla de Medina Sidonia. Esta tesis, pensamos, se basa sobre todo en una
placa que mandó colocar en dicho torreón en 1859 el heterodoxo escritor Mariano
Pardo de Figueroa, más conocido por su seudónimo de “Doctor Tebussem”, en la
cual se podía leer: “En esta
torre estuvo presa y acabó sus días a manos del ballestero Juan Pérez de
Rebolledo, en el año 1361 la virtuosa reina doña Blanca de Borbón esposa de
Pedro de Castilla” Si nos atenemos a algunos hechos resulta fácil
deducir que no fue en Medina Sidonia donde tuvo lugar el suceso, por las
siguientes causas: En primer lugar Juan Pérez de Rebolledo era alcaide del
Alcázar jerezano y no de Medina cuando ocurrió el acontecimiento, y de hecho se
le apresó cuando huía de Jerez camino de Medina Sidonia a la altura de la
laguna. En segundo lugar, como decíamos anteriormente, la historia cuenta que
la reina veía desde su encierro el templo de San Francisco y manifestaba querer
ser enterrada allí. Por último no existe ningún documento, al menos que se
sepa, que indique el traslado del cadáver de la reina a Jerez desde Medina
Sidonia. También es posible la confusión al hecho de haber estado Doña Blanca recluida
durante algún tiempo en el Castillo de Sidueña o Sadunia al pie de la Sierra de
San Cristóbal, denominaciones que emanan de Saris Siduna, nombre de Jerez en el Medievo, y
ello puede relacionarse erróneamente con Medina Sidonia. El caso es que
mientras no se demuestre lo contrario de forma fehaciente y, por las razones anteriormente
expuestas, la muerte de Doña Blanca la deberemos situar en Jerez.
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