Foto: A. Mariscal
El Claustro gótico de Santo Domingo,
conservado íntegramente, fue expropiado junto con las demás estancias, bodegas
y huertas del convento con la Desamortización de 1835, por lo que actualmente
tiene ingreso diferenciado. Es de sorprendentes dimensiones y en su derredor se
sitúan las principales estancias conventuales. Sabemos que ya en 1436 había
comenzado la construcción en este lugar de una galería de claustro. Sin embargo, la construcción actual se desarrolló casi en su
integridad a lo largo de todo el XVI, pues consta su finalización en la
década de los noventa de dicha centuria, cuando se levantó el cuerpo alto. De
planta cuadrada, manifiesta, a pesar de su dilatado proceso constructivo, gran
unidad formal. Sus galerías miden cuarenta metros de lado, compartimentadas
mediante cinco arcos por tramo, apuntados en el cuerpo inferior y rebajados en
el superior. Los arcos del cuerpo bajo, desarrollan a partir de las impostas
una rica tracería gótica de cuadrilóbulos sobre arquillos trilobulados, que a
su vez arrancan de un murete bajo. Las bóvedas correspondientes a cada uno de
los tramos presentan crucería simple, mientras que en los ángulos incorporan
terceletes.
El claustro
comunica con dos grandes estancias: el Refectorio y el Dormitorio. Al
primero se accede a través de una interesante portada del último tercio del
XVI. Se compone de arco de medio punto flanqueado por sirenas y coronado por
frontón recto, con destacada decoración de repertorios clásicos en friso y
jambas. El interior de esta
sala, de planta rectangular, se cubre mediante bóveda de cañón renacentista,
dividida por arcos fajones que descansan en ménsulas y decorada con los
relieves de santo Domingo, santa Catalina de Siena, san Andrés y san Pablo. El Dormitorio, al que se accede por una portada academicista de orden jónico,
fechada en 1776, presenta en su interior planta rectangular y bóvedas de
crucería en tramos cuadrados.
En el ángulo
Norte se encuentran otras dos portadas, actualmente cegadas, que en origen
comunicaban el claustro con el Capítulo y la escalera. La primera de ellas fue
levantada en el primer tercio del XVII. Es de potente orden rústico de modelo
serliano, destacando por la inclusión de cerámica negra en el llagueado. La
segunda, de orden jónico y arco escarzano es de igual cronología a la anterior
y daba acceso a la escalera. Destaca igualmente en el ángulo Oeste la Capilla de
Rivadeneira, obra del siglo XVI. A ella se accede a través de una portada
renacentista compuesta de arco rebajado entre pilastras corintias sobre
plintos, decoración de grutescos y reja contemporánea a la capilla. En su interior se conservan relieves pétreos renacentistas de los
Cuatro Evangelistas, la Verónica
y los atributos de la Pasión ;
todos ellos con policromía original. En ángulo con esta capilla se encuentra
una portada recientemente descubierta, compuesta de arco de herradura realizado
en piedra y enmarcada en alfiz. Puede considerarse obra de época islámica, tal
vez perteneciente al enclave defensivo que existía frente a la Puerta de Sevilla y que fue
donado por Alfonso X a los dominicos tras la Reconquista.
Originalmente
el convento poseía varios claustros además del principal. El Claustro de la Enfermería ,
conservado en parte, aunque en malas condiciones, está integrado hoy en
viviendas particulares detrás del convento y se accede a él a través de la Puerta del Campo. Fue
ejecutado por los hermanos Antón Martín y Domingo Fernández Calafate a partir
de 1623. De dos cuerpos, el inferior se organiza a través de arcos de medio
punto sobre pilares de ladrillo. En un ángulo se encuentra una escalera
monumental de dos tramos, cubierta por bóveda rectangular y decoración de
yeserías, tal vez de los mismos arquitectos. También perteneció al convento el
patio de arcos de medio punto sobre columnas de mármol de la casa de la calle
Rosario nº. 8.
Texto: Miguel A. Mariscal y Pablo Pomar
Fotografía: Antonio Mariscal
me ha guatado su escrito de jerez muy detallada informacion,que desconicia y e aprendido diferentes cosas
ResponderEliminarEn el número ocho de la calle del Rosario vivieron durante un tiempo mis abuelos maternos José María de Aranda del Río y María de los Angeles Gutiérrez de Quijano y García de la Reguera. Vivían en el piso bajo y en principal vivía la familia Coloma.
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