DE LOS VIEJOS CAFÉS Y TABANCOS DE JEREZ
Muchos fueron los bares
afamados y desaparecidos en el Jerez del pasado siglo XX. Algunos siempre
fueron recordados y añorados por muchos de nosotros y también por la generación
que nos ha precedido. Establecimientos que fueron auténticas instituciones en
nuestra ciudad y que dejaron recuerdo a propios y extraños por tres motivos: su
ambiente, su cocina, su clientela y su dueño. Salvo en contadas excepciones
estos negocios suelen acabar a la vez que su iniciador, ya que en pocas
ocasiones pasan a una segunda generación y mucho menos a la tercera, hay
excepciones. Pero remontémonos a la primera mitad del pasado siglo y veamos
algunos:
La taberna de El Clavo
Un artículo publicado en 1928 en el
viejo periódico El Guadalete decía que la vieja taberna de “El Clavo”
había cerrado sus puertas después de muchos lustros. Hemos podido saber que
dicho establecimiento fue propiedad de un personaje llamado Frasquito
Fernández, el cual era ayudado por dos o tres mozalbetes de quince años,
siempre vestidos con pantalones bombachos al estilo “charlestón”, camisa blanca
remangada hasta los codos y chaleco oscuro. Al parecer fue un establecimiento
que siempre tuvo magnífica clientela y visita obligada cuando la gente volvía
del cementerio de Santo Domingo después del entierro de algún amigo o familiar,
por aquello de que: “El que va a un entierro y no bebe vino el
suyo viene por el camino”
Allí se pedía el vino pero
no así la tapa que estaba incluida en el precio. Ésta era servida por un orden
estricto e implacable. El primer vasuco no tenía derecho a tapa alguna y había
que tomarlo a “palo seco”; el segundo se acompañaba de carne mechada en salsa;
el tercero con sábalo del Guadalete en adobo u otro pescado frito. Con el
cuarto vaso de vino, he aquí su afamada especialidad, ponía bacalao con tomate.
Este último manjar era tan exquisito y había adquirido tal fama que incluso
muchos forasteros decían que cuando a Jerez llegaban iban a El Clavo sólo para
degustarlo, no sin haber tomado previamente los tres correspondientes vasos de
vino de Jerez, ya que el célebre Frasquito juraba por su madre que ni por un
millón se saltaría la norma. Como en aquellos tiempos las damas no podían pisar
este tipo de establecimientos, cuando alguna señora de postín se le antojaba
saborear aquel manjar, no tenía otro remedio que mandar a varios de sus criados
a tomarse los cuatro vasos de vino correspondientes y guardar en un cacharro el
bacalao para la señora.
Se cuenta una historia, de la que no hemos podido contrastar su verosimilitud, que cuando en 1928 derribaron el edificio en el que se enontraba esta taberna, al excavar un muro apareció un recipiente de cobre en cuyo interior había nada menos que treinta kilos de monedas de oro acuñadas en 1654, las cuales fueron depositadas en el Ayuntamiento..
Se cuenta una historia, de la que no hemos podido contrastar su verosimilitud, que cuando en 1928 derribaron el edificio en el que se enontraba esta taberna, al excavar un muro apareció un recipiente de cobre en cuyo interior había nada menos que treinta kilos de monedas de oro acuñadas en 1654, las cuales fueron depositadas en el Ayuntamiento..
El Fornos
Pero sin
lugar a dudas el café más memorable de Jerez durante la primera mitad del siglo
XX fue el Café Fornos. Estaba situado en los bajos de una hermosa casa de la calle Larga que hacía esquina con plaza
del Banco. Establecimiento siempre recordado y añorado por nuestros mayores y
lugar reunión y tertulias de poetas, pintores y artistas en general.
El
edificio donde estaba situado dicho Café, similar al que hace esquina con la
calle Algarve, fue construido por un señor llamado Rafael Torregrosa,
invirtiendo para ello parte del capital que había traído de América. En los
bajos de dicho edificio otro señor llamado Blas Gil instaló en 1900 un café-cervecería al que denominó
“Los Cisnes”, encargando para ello a una empresa de Zaragoza la decoración del
local, el cual fue montado con todo lujo y bellamente decorado con artísticos
espejos Dicho señor era dueño de un hotel del mismo nombre en el nº 53 de la
propia calle Larga. El establecimiento estuvo posteriormente arrendado hasta
1922 a un tal Agustín Pérez, quien
parece ser fue el que le cambió su primitivo nombre por el de “Fornos”. Luego durante
tres años fue regentado por Tomás Vergara, quien en 1925 lo traspasaría a
Manuel Calero el cual instaló un servicio de restaurante. Es obligado decir que
un hijo del Sr. Calero, prestigioso médico endocrinólogo de Cádiz, nos facilitó
hace años algunos los datos aquí expuestos. Al morir Manuel Calero y después de
unos años regentado por su viuda, ésta lo traspasó en 1937 a su último propietario,
don Agustín Corrales y Rodríguez de Medina. Aquel afamado y emblemático Café
jerezano, tantas veces recordado por nuestros mayores cerró definitivamente sus
puertas el 24 de marzo de 1946. El bello edificio que lo albergaba fue vendido
al Banco de Vizcaya quien procedió a su demolición edificando en su solar una
nueva y anodina construcción de blanca fachada, anterior al que actualmente
ocupa el lugar. Si aquel viejo y evocador café hubiese llegado hasta nuestros
días, sería para Jerez lo que el Café Gijón es para Madrid o el Gambrinus para
Nápoles: todo un emblema de la ciudad y un lugar de referencia para propios y
extraños.
De los
viejos colmados de aquella época, en la actualidad y como reliquia
salvaguardada por el paso del tiempo y que conserva todo el sabor de antaño,
solamente queda la ya centenaria “Parra Vieja” de la calle San Miguel.
Establecimiento fundado en 1888 por un montañés llamado Ceferino Marina Montes.
Interior del viejo Café Fornos |
Otros bares de antaño
Ya en
época más cercana a nosotros y en la época de la posguerra recordaremos
aquellos bares y cafés que le daban ambiente y sabor a nuestras calles más
céntricas En el recuerdo, aquellos entrañables
establecimientos situados en torno a la calle Larga como fueron: “La Española ” situado justo
donde hoy de encuentra el edificios del Banco de Andalucía. “Los Caracoles” del
inolvidable Joaquín que luego se trasladara a la Lancería y que hacía la
mejor ensaladilla del mundo. “La Granja Soler ”, que maridaba el más exquisito café
con los mejores pasteles. “El Nuevo Bar” y sus buenos pescados y mariscos,
entre los que se incluían los percebes y las ostras, algo casi desconocido y al
alcance de muy pocos en aquellos tiempos. El pequeño pero elegante “Bar Pepín”,
o “Los Gabrieles” con sus increíbles tertulias taurinas. “La Moderna ” de la Lancería , bar de poetas y
escritores, donde se gestara el recordado grupo Atalaya de poesía con Manolo
Ríos Ruiz, Juan de la Plata ,
Manolo Pérez Celdrán o Sebastián Moya (Cachirulo). O aquel pequeño gran bar “La Venencia ”, lugar de cita
de los “bancarios” y donde se podían degustar los mejores desayunos de todo
Jerez. Y qué decir del acreditado “Bar Antolín” o “Las Siete Puertas” en la
calle San Cristóbal. De aquellos entrañables establecimientos actualmente tan
sólo sobrevive la popular Moderna de la calle Larga.
Tabancos eran en Jerez
Pero
no podemos hablar de estos temas sin evocar a otros establecimientos de bebidas
que antaño fueron también una verdadera institución, los tabancos. Un tabanco
jerezano, siempre lo dijimos, nunca puede confundirse con una taberna, porque
en las tabernas la gente iba a emborracharse y el vino era malo, “espirriaque”.
Por el contrario en los tabancos se solía beber buen vino y la gente iba a
conversar, y lo hacían en un lenguaje que muchos presumen de saber pero que
pocos conocen. Hablaban en jerezano. De estos actualmente solamente quedan dos:
El Pasaje de la calle Santa María y el Tabanco San Pablo, los cuales, aunque
conservan su primitiva fisonomía, se han transformado en bares al tener tapas y
cocina, cosa que nunca existió en un tabanco jerezano.
De
aquellos tabancos desaparecidos nos viene al recuerdo “La Pandilla ” en calle
Valientes. Todo decorado con las “esqueletomaquias” que el recordado émulo de
González Ragel, Luís Mateos, pintara en
paredes y mostrador. Y sus creativos y ficticios carteles de toros en los que
figuraban como matadores los nombres de muchos de los asiduos al establecimiento
con sus simpáticos apodos, así como las caricaturas de muchos de ellos. Aquel
tabanco tenía una particularidad, y era que junto al vino de Jerez se servía
valdepeñas. Un valdepeñas que, guardado en barricas de roble envinadas con
jerez, se convertía en pocos meses en el más exquisito de los tintos. Desde
unos odres de barro, el vino tinto se hacía pasar por un serpentín en la
nevera, y de ahí salía al vaso a su exacta temperatura Y claro, siempre mezclado
con sifón de el de antes era una delicia veraniega.
Podríamos
seguir hablando de muchos de nuestros tabancos, como “La Jarra ”, la “Viña T”, la Taberna Jerezana de la calle
Doctrina o los denominados “Número1”. Pero terminaremos con el último que cerró
sus puertas en Jerez y con el que desaparecieron para siempre estos
tradicionales establecimientos jerezanos, me refiero al “Tabanco del Nono” en
Plaza del Arenal. Era viejo, muy viejo, todo en él era rancio, cutre y obsoleto;
todo, excepto su artístico y polvoriento mostrador de caoba tallada. Ahora que
eso sí, conservaba todo el encanto de lo pretérito. Su propietario, que siempre
tuvo fama de ser un buen taxidermista, lo tenía “decorado” con aves llenas de
polvo de diversas especies disecadas por el mismo. Ello no espantaba a palomas
y gorriones, que entraban por la puerta del tabanco como “perico por su casa” a
comer lo que su propietario les ponía en el mostrador. Paradójicamente allí se
bebía principalmente manzanilla de Sanlúcar. Pero lo mejor que tenía era su
clientela. Sentarse en uno de sus viejos bancos con un vaso de vino en la mano
nos hacía vivir una experiencia singular, que no era otra que el oír las
conversaciones de sus parroquianos. Ellos si que hablaban en jerezano. Como
hecho anecdótico contaré que una vez tuve la ocasión de tomar allí unas copas
con el propietario de una importante bodega de Jerez. Yo le decía: si alguien
te ve tomando manzanilla en un tabanco “cutre” como este teniendo en tu bodega lo
mejor de Jerez, seguro que no creerá lo que ve.
Si contestó, pero es que a esta buena gente solamente la puedo oír aquí.
El Nono cerró sus puertas definitivamente hace cuatro años y con ello una
tradición que creemos no volverá y que fueron los Tabancos de Jerez.
Antonio Mariscal Trujillo
me gustaría saber sobre resturante o tabanco de don manuel espinosa de los monteros cordoba mi abuelo..en la plaza del arenal...calle hoy de reyes cátolicos...gracias
ResponderEliminarBuenos dias, Ante todo darle la enhorabuena por la delicia de blog. Estoy buscando fotografias de la antigua sombrereria Gonzalez en C/Larga 33. Sabria si tiene alguna imagen de la misma?
ResponderEliminarUn cordial saludo,
Fernando.
Si me da su dirección de E. mail le envío una
EliminarPor mi edad conocí algunos...y me alegro que Vd.escriba sobre ellos y la juventud sepa la historia a través de sus artículos...magnifico
ResponderEliminarHola soy la nieta de Joaquín...el de los caracoles y bar restaurante Joaquin en calle Lanceria. Yo no llegue a conocer el restaurante porque mi abuelo tuvo que dejarlo por motivos de salud justo de después de que mi hermano mayor naciera. ,me gustaría saber si tiene fotos de los bares que tuvo mi abuelo y mandármelo a este correo....pompera1980@gmail.com .Gracias por acordarse de mi abuelo y de mi abuela que era la que estaba en los fogones. Gracias
ResponderEliminarBuenos días estoy buscando una famosa sala de fiestas en Jerez y en Rota, se llamaba Venta Maribal, o Maribar, así sonaba un anuncio por la radio, (venta mariba en Rota, famosa en el mundo entero ) por los años 50/60 con la llegada de los americanos
ResponderEliminarSe llamaba Venta Maribal, contracción del nombre de su propietaria María Balmes. Abierta en principio en Jerez década de los 50 junto al parque de la feria y posteriormente trasladada donde hoy de ubica el polígono Industrial de El Portal. Cuando llegaron los americanos e instalaron la base Naval de Rota esta señora abrió una sucursal alli, cerrando a su vez la de El Portal y abriendo en Jerez Los Cuatro Muleros, en ronda de este nombre. En dichas ventas siempre había cante flamenco, así como chicas de alterne. También tenían reservados a los cuales se podía acceder con una chica de alterne siempre que se consumiese una botella de cava. Que yo sepa nunca hubo prostitución en dichos establecimientos. Eso no quiere decir que allí se acordaran determinadas relaciones fuera del establecimiento a su cierre de madrugada. Espero haber contestado a su pregunta
EliminarVoy hacer una prueba
ResponderEliminar